Vega Terrón, el puerto fluvial de Castilla y León
EN TIEMPOS DE FELIPE II CASTILLA EXPORTABA SUS PRODUCTOS POR MAR DESDE EL PUERTO DE OPORTO A TRAVÉS DEL MUELLE FLUVIAL DE VEGA TERRÓN EN EL RÍO DUERO
1.- El proyecto del muelle de Vega Terrón
2.- El pasado de Vega Terrón
3.- Actividad mercantil en Vega Terrón
4.- Últimos años.
1.- EL PROYECTO DEL MUELLE DE VEGA TERRÓN
La belleza del emplazamiento del puerto de Vega Terrón sólo puede ser comparada a la de un fiordo noruego. Con un microclima propio, se encuentra situado en la confluencia de los ríos Águeda y Duero, frente a la recóndita población portuguesa de Barca d’Alva, unidos por un puente. Impactante es allí la primavera, rodeado de almendros en flor, con una suave temperatura que, en pocos metros, puede llegar a los diez grados de diferencia con La Fregeneda, pueblo de la dehesa salmantina al que pertenece, causada por la drástica ascensión en corto espacio desde los 130 metros de altitud sobre el nivel del mar hasta los 600 de la meseta.
La construcción del actual puerto data de hace pocos años. Se debe a la iniciativa de la Diputación de Salamanca, su actual propietaria, que redactó un primer proyecto en 1982, bajo la presidencia del centrista José Muñoz Martín que, ya en aquel momento, apreciaba cierta complejidad cuando, al presentarlo, señaló que “ha sido y será un proyecto polémico”.
A pesar de que se preveía el final de su ejecución en 1984, las obras comenzaron tres años más tarde y se alargaron hasta 1990, año en que la empresa portuguesa de transporte fluvial Transdouro llegó con los primeros viajeros. Su fin era la promoción turística de la zona y dar salida a los productos castellanoleoneses a través del río Duero hasta Oporto. Pero las dificultades que surgieron fueron múltiples. El viaje duraba doce horas y, en la navegación de los 200 kilómetros que distaban para alcanzar el Atlántico, había que salvar un desnivel de 125 metros con varias esclusas: Pocinho, Regua, Valeira, Carapetelo y Crestuma, con unas dimensiones tan reducidas que sólo admitían embarcaciones de 80 metros de eslora.
2.- EL PASADO DE VEGA TERRÓN
La idea de la navegabilidad del río Duero nace durante los siglos XVI y XVII, en la etapa en que Portugal estuvo bajo la Corona española, para trasportar los productos del campo castellano a Flandes, Francia e Inglaterra. Y tuvo un gran interés estratégico durante la Guerra de la Independencia para suministrar víveres y armamento a las tropas inglesas establecidas en la zona.
Durante el siglo XIX el tráfico fluvial fue incesante. Se construyen almacenes, viviendas, la administración y el cuartelillo de la Guardia Civil, hoy todo inexistente. Del antiguo muelle de 1870 sólo queda una esplanada con una pequeña rampa, el recuerdo de su importante actividad que, en 1887, declinó con la construcción del ferrocarril al convertirse en el principal medio de transporte.
El momento más decisivo tuvo lugar en 1885, cuando españoles y portugueses de la zona materializan un acuerdo para exigir a sus respectivas autoridades una mínima infraestructura en los dos países. En la meseta se consideraba muy ventajoso llegar al Atlántico a través de Oporto, sin tener que desplazarse a Santander, el entonces puerto marítimo de Castilla. En consecuencia, las Diputaciones de Ávila, Valladolid, Zamora y Salamanca se reunieron en la localidad salmantina de Cantalapiedra, acordando costear entre todos el acondicionamiento del camino de tierra que unía Vega Terrón con La Fregeneda.
3.- LA ACTIVIDAD MERCANTIL EN VEGA TERRÓN
Castilla importaba maquinaria inglesa y exportaba cereales, harina, lana y corcho. Llegó a haber almacenistas que pidieron autorización para exportar hasta 800.000 fanegas de trigo, unas veces en barcazas de dieciocho tripulantes y, otras, en pequeños rabelos portugueses. Descender a Oporto llevaba dos días y medio, pero, la remontada hasta Vega Terrón duraba el doble. Portugal y España consideraron nacionales a cualquier navío que procediera o se dirigiera a Vega Terrón.
Sin embargo, seguía habiendo muchas dificultades. El embarcadero no era apto para la carga y descarga de los barcos por la pendiente del suelo, que dificultaba el arrastre de los fardos por las caballerías y su subida a los carros que debían llegar a los almacenes de La Fregeneda, lo que frustraba muchas operaciones y favorecía el contrabando. Las relaciones entre españoles y portugueses siempre fueron cordiales, excepto en algunas ocasiones por razones obvias, como cuando aparecía alguna plaga o epidemia. En estos casos se creaba un “cordón sanitario” para impedir a los del otro lado que cruzaran, llegando a haber disparos contra los infractores. Así ocurrió en 1891 cuando se declaró la peste bubónica en Oporto y se suspendió la entrada de viajeros, ganados y mercancías, mientras en Salamanca se controlaba todos los productos que tuvieran procedencia en Portugal.
Más tarde, cuando aparecieron los primeros vehículos a motor, los viajeros descubren que no se podía acceder por carretera a Portugal. El río Duero era infranqueable y se precisaba la construcción de un puerto internacional. Pero ante la escasez de recursos, ambos países acordaron aportar 350.000 pesetas cada uno, pero no para un puente que permitiera el paso de vehículos y personas, sino para el ferrocarril, que se había convertido en un medio de transporte preferente. Su construcción consumió el presupuesto, eliminándose la construcción de unas potentes grúas y el deseado puente.
4.- ÚLTIMOS AÑOS
A la postre, la construcción del puerto de Vega Terrón ha quedado en medio de un lugar inhabitado, cuya población más próxima es La Fregeneda, a más de diez kilómetros de distancia. En 1999 la corporación provincial quiso compartir con Portugal la navegabilidad del Duero mediante los Acuerdos de Regua, que nunca se cumplieron. Las inversiones de las Administraciones en aquel lugar se siguieron sucediendo y cayendo en un pozo sin fondo. Orientado hacia el turismo, en 1995 se invirtieron unos tres millones de euros, y otros 400.000 en 2011. Sobre aquella inmensa mole de cemento se levantó un centro de recepción de visitantes y una cafetería que fueron adjudicados a una empresa para su explotación.
Habitualmente aquellas instalaciones estaban cerradas por falta de público y el titular llegó a tener un impago de 600.000 euros con la Diputación de Salamanca, terminando el asunto judicializado. Apenas hay visitantes y los pocos que llegan lo hacen remontando el Duero a través de rutas fluviales organizadas desde Oporto de paso hacia Salamanca. Ya lo vaticinó en 1982 el presidente José Muñoz: ha resultado un proyecto más que polémico.
No obstante, el atractivo de aquellos parajes es inenarrable y bien vale una visita para empaparse de la belleza de Las Arribes. Sin olvidar Barca d’Alva, el pequeño pueblo portugués al que se accede a pie, con tan solo atravesar el puente sobre el río Águeda. Esta población también cuenta con un muelle financiado con fondos europeos, sobre el que hay algunas tiendas y una oficina de turismo. Aún existe la antigua estación ferroviaria, hoy sin uso, que formaba parte del tramo internacional entre La Fuente de San Esteban y Pocinho que estuvo abierto 125 años y permitía acceder a Oporto desde Salamanca.
Barca d’Alba es un lugar idílico de flora mediterránea y bancales de almendros. Allí fijó su residencia el escritor Guerra Junqueiro, al que varias veces visitó su amigo Miguel de Unamuno, entonces, miembro del consejo de administración de la Compañía del Ferrocarril. Junqueiro le correspondió con otros tantos encuentros en Salamanca. Le gustaba pasear por la Plaza Mayor, «en sus soportales, donde la muchedumbre adopta movimientos rítmicos, mosconeo y vaho de masa humana endomingada», decía.
Puerto de Vega Terrón
Antigua línea de ferrocarril Salamanca – Oporto