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Las aguas medicinales del Balneario de Alaraz

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Las aguas medicinales del Balneario de Alaraz

 

 

ESTEBAN LECCA PROMOVIÓ LAS AGUAS MEDICINALES DEL BALNEARIO DE ALARAZ

 

 

1.- Comienzos  de Esteban Lecca en Alaraz. 

2.- La Hidroterapia curativa. 

3.- Informes de los sabios de Salamanca. 

4.- Esteban Lecca en la Corte. 

5.- Curiosidades del balneario de Alaraz.

 

 

1.- COMIENZOS DE ESTEBAN LECCA EN ALARAZ

En 1753, Alonso Esteban Lecca, médico de la ciudad de Ávila, inició la confección de un Escrutinio o estudio de las aguas medicinales de la Tierra de Ávila, comenzando por la zona de Peñaranda de Bracamonte, que fue abulense hasta el año 1833. En la tarea tardó dos meses y contó con la colaboración de médicos y boticarios titulares de los pueblos. Lecca era un hombre versado en la profesión. Había cursado los estudios de Medicina en la Universidad de Salamanca, y ejerció posteriormente en las localidades de Fontiveros, San Esteban del Valle y Mombeltrán.

Puso su punto de mira en el manantial llamado “El Regajal”, en la finca Solosancho del término de Alaraz, “a tres leguas de la villa de Peñaranda de Bracamonte, de Castilla la Vieja, al oriente y a la falda de un pequeño cerro”, junto al río Gamo, cuyas aguas corren desde el puerto de Villatoro hasta el Tormes. El 5 de mayo llegó para examinar aquel lugar, que estaba a cargo del rentero de la Casa de Alba, Gaspar de Alaiza, afincado en Valladolid.

El interés de Lecca por Alaraz no era casual. El médico de Peñaranda, José Aparicio, ya le había dado noticia de la existencia de aquellas aguas y de la aplicación que él mismo había hecho de ellas sobre sus pacientes. El origen se remonta a cuando Domingo García, vecino de Alaraz que padecía edemas generalizados por su cuerpo, es enviado por los facultativos a Piedrahita, para que durante una temporada bebiera agua de la fuente “Hedionda” en el paraje de “El Berrocal”. Una vez allí, comprobó que aquella era de la misma calidad, sabor y olor que la que había en “El Regajal” de su pueblo, por lo que regresó y comenzó a tomarlas, curándose satisfactoriamente.

El doctor Aparicio había deducido que aquellas aguas eran curativas “para todas las enfermedades crónicas, procedentes de obstrucciones rebeldes y decaimiento de las partes sólidas”. Le relató que los primeros beneficiados fueron cuatro frailes con enfermedades de muy diversa índole: fray Cristóbal de Santa Teresa, que padecía opresión en el corazón; fray Juan de San Anastasio, con piedras en el riñón; fray Matías de la Concepción, con hipocondría, y fray Manuel del Santísimo, con alteraciones nerviosas.

Aparicio le mostró el ejemplo de Juan de Salamanca, vecino de Peñaranda, de cincuenta años, aquejado de micción dolorosa, que quedó completamente sanado con su tratamiento y cuantos otros fueron enviados a Alaraz. También siguió las recomendaciones de otro médico peñarandino, Joaquín Valenciano, para quien el agua resultaba muy eficaz para la histeria. Según Valenciano, cuando se cascaba un huevo sobre el agua, su clara se volvía amarilla, señalando que contenía hierro. Y si se echaba una moneda de plata, quedaba ennegrecida, denotando azufre.

(El papel que desempeñaron los médicos locales en el surgimiento de la nueva terapia través de las aguas termales fue decisivo. Once años más tarde, Pedro Bedoya escribió la Historia de las fuentes minerales de España, resaltando la colaboración de los doctores Juan González de la Peña y Juan Francés de la Peña, médicos de Alaraz y Santiago de la Puebla respectivamente).

 

2.- LA HIDROTERAPIA CURATIVA

Lecca comenzó el análisis del agua tomando unas muestras que llevó a Ávila. Pero su gran sorpresa fue comprobar que en el transporte desaparecían todas sus propiedades curativas, así como el olor y el sabor, quedando reducido a un agua meramente potable. Se vio obligado a realizar la exploración a pie de fuente, tras lo cual comprobó que contenía cinabrio y azufre en abundancia suficiente como para considerarla dotada de propiedades curativas.

Ideó un tratamiento hidrológico siguiendo el método del alemán Friedrich Hoffmann, basado en la moderación y el ayuno, y las indicaciones que el doctor Joaquín Valenciano le envió por carta. Los pacientes debían ir andando en ayunas hasta el manantial y, primeramente, purgarse para tener limpio el aparato digestivo. Luego, tomarían el agua, que el primer día sería solamente medio litro, para ir incrementando la cantidad hasta dos o tres litros, según la dolencia, e ir así superando poco a poco la repugnancia que les podía causar el desagradable olor y sabor.

A continuación, tendrían que desayunar chocolate con un pote de judías y un huevo. Es entonces cuando empezaba a surtir efecto el tratamiento. Regresarían al pueblo andando para que se les moviera el vientre, viéndose en la necesidad de ir evacuando durante el camino detrás de las encinas, dejando un rosario de misericordias, motivo por el cual la fuente era conocida como “La Cagalona”. El día debía transcurrir placenteramente: comer verduras y hortalizas en abundancia, sin probar el tocino o la cecina, dormir la siesta y cenar frugalmente. Se podía beber vino con templanza.

 

3.- INFORMES DE LOS SABIOS DE SALAMANCA

Antes de publicar su famoso Escrutinio, Lecca tuvo que recopilar varios dictámenes favorables de expertos que le avalaran. Conociendo a los doctores de la Universidad de Salamanca, allí se dirigió para tomar contacto con antiguos profesores. El primero de ellos fue Diego de Torres Villarroel, ya jubilado, conocido por su rechazo a los médicos académicos y a la farmacopea arábiga que aún se practicaba, pero con numerosos estudios sobre el uso de algunas aguas de Salamanca, como las de Tamames y Ledesma en 1744 y la de la Fuente del Caño de Babilafuente en 1752. El testimonio de Torres fue más bien endeble, porque aprovechó la oportunidad para exponer sus propias opiniones acerca de que, a la postre, esas aguas estaban destinadas a una minoría privilegiada, pero no para campesinos y plebeyos, concluyendo que “más valen esos medios naturales que las fórmulas de los boticarios, a quienes no interesa resaltar las virtudes del agua en perjuicio de sus ganancias”.

Su apreciado profesor, Pedro Ferrer, catedrático de Anatomía, le proporcionó un informe que decía: “Cursante en esta Universidad de Salamanca, mostró siempre tedio a las disputas y egos, quizá lo contemplara de poco o nula utilidad para la práctica médica”. Ferrer elogia la asimilación por Lecca de las últimas técnicas europeas en boga y de la forma en que “acredita su pericia, tanto en Física como en Química”, y alaba el emplazamiento de la fuente tan cercana a Peñaranda, “donde se halla todo lo necesario para dar un trato racional, unido a un buen médico para consultar cualquier accidente que sobrevenga o pulule tomando las aguas”. De igual manera que Ferrer, dieron su beneplácito el catedrático salmantino Francisco González Cernuda; el lector jubilado de Teología, José Navia y Francisco Javier Diez y Coca, abogado salmantino del colegio abulense y consultor del Ayuntamiento de Ávila.

Lecca incorporó todos esos elogios a su Escrutinio sobre las aguas y dedicó la obra a Francisco de Rábago, jesuita con ascendencia charra, enviándoselo a la Corte, pues, a la sazón era confesor del rey Fernando VI y persona muy influyente, gracias al cual, la Real Academia Matritense de Medicina le dio licencia para la publicación que llevó a cabo en Salamanca, en la imprenta de Pedro Ortiz Gómez, editor de Torres Villarroel.

 

4.- ESTEBAN LECCA EN LA CORTE

Lecca había ido descubriendo que la llamada Sierra de Ávila estaba plagada de aguas con propiedades terapéuticas como las de Alaraz. A cuatro kilómetros, en Malpartida de Peñarrey, había una fuente llamada “Las Pozas”, con un alto contenido en nitratos y sulfuros, muy apropiada para ciertas dolencias de la piel, que las mujeres utilizaban para lavar la ropa, porque cuando introducían la muda sucia, salía limpia, lo que suponía un ahorro importante de jabón. Y encontró otras similares en San Miguel de Serrezuela y Muñana. Tampoco dejó de estudiar los manantiales de los pueblos donde había ejercido como médico. Díez y Coca alababa su empeño y se preguntaba: ¿Es posible que este hombre se tome el agua tan a pecho, habiendo estado como médico en Mombeltrán, donde hay tan excelente vino?”.

Lo cierto es que fue el introductor en España del uso del agua en la Medicina. Con su método curó una epidemia en Ávila que habían importado las tropas españolas que regresaban de Portugal, llevando a los afectados a beber de una recóndita fuente. Esto hizo que la reina Isabel de Farnesio le designara médico de los Reales Sitios de Valsaín y La Granja de San Ildefonso en Segovia. Más tarde, su hijo, el rey Carlos III, le nombró médico de la Familia Real, llegando a ser miembro de la Real Academia Matritense de Medicina.

 

5.- CURIOSIDADES DEL BALNEARIO DE ALARAZ

Tras la muerte de Lecca, la fuente de Alaraz desapareció del mapa hidrológico nacional. Se construyó un pequeño balneario que estuvo muy concurrido hasta la contienda civil, pasando por numerosas manos con el fin de su explotación en las temporadas de verano. Uno de ellos fue Anselmo Muñoz Contreras, médico de Peñaranda y administrador de las fincas del Marqués de Rocamora en Ávila, que levantó un modesto edificio para dar alojamiento a los pacientes.

Con la llegada del vehículo a motor, se estableció una pequeña línea de acceso al Balneario desde Peñaranda. Un automóvil salía todos los jueves y dejaba a los pacientes en la posada de Escopeta. No obstante, el automóvil podía circular cualquier otro día de la semana si se reunían al menos tres usuarios. Y desde Alba de Tormes se abrió otra línea todos los miércoles, que partía desde el puente del rio Tormes, después de recoger a los viajeros que llegaban en tren desde Salamanca. Su destino era el balneario de San Miguel de Serrezuela, con parada en Alaraz. Cuando querían llegar otro día diferente de la semana, podían entenderse con el titular, José Lurueña, apodado “Cagueta”, del que un cronista ironizaba: “Dado el alias semejante, debieran ser otras las aguas a que aquel auriga condujera. No discuto la persona, mas si al cochero le peta, lleve gente el buen Cagueta a la fuente Cagalona”.

En 1910, su propietario era Francisco Núñez, que a su vez lo era del Hotel Comercio de Salamanca, el periódico El Adelanto, y la librería e imprenta Núñez. Desde los años sesenta del pasado siglo, aquel balneario, que había conocido momentos de esplendor, permanece abandonado y olvidado. Hoy ya nadie recuerda quien fue el doctor Lecca y su importancia en la hidroterapia.

 

 

 

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