Rodrigo Alemán y las sillerías de las catedrales
RODRIGO ALEMÁN TALLÓ CON ESCARNIO E IRONÍA LAS SILLERÍAS DE LAS CATEDRALES DE TOLEDO, ZAMORA, CIUDAD RODRIGO Y PLASENCIA
1.- Maese Rodrigo Alemán
2.- Al margen de la Inquisición
3.- Rodrigo Alemán murió como Ícaro
1.- MAESE RODRIGO ALEMÁN
Cuando Blasco Ibáñez contempló absorto las figuras que adornan los sitiales del coro de la catedral de Toledo, frailes y pajecillos, animales y seres grotescos, todos en posturas obscenas o desvergonzadas, algo impropio de un lugar sagrado, dejó escrito: “Es un mundo de caricatura de la lujuria, de gestos simiescos y estremecimientos satíricos en el que asomaba la pasión carnal con la muesca de la animalidad más grotesca”. Era el trabajo singular de maese Rodrigo, apodado “Alemán” para destacar su procedencia centroeuropea, dotado de un amplio equipo de tallistas que trabajaron en las sillerías corales de Toledo, Zamora, Ciudad Rodrigo y Plasencia.
Maese Rodrigo era un judío converso, uno de los tantos que fingieron cristianismo para no verse expulsado de la península en el siglo XV. Esa impostura se manifiesta en las tallas de sus sillerías: movimientos extravagantes, sugerencias obscenas, contorsiones inverosímiles, aberraciones sexuales… creaciones todas ellas atrevidas e incomprensibles en plena persecución inquisitorial. Para ello, contó con la total pasividad de sus superiores, que consintieron una burla a la santidad de los lugares donde trabajaba.
En estas cuatro catedrales lo más característico de sus coros son las denominadas misericordias, extremos de madera situados debajo de los asientos que al subirlos permitían a los canónigos permanecer en pie apoyados, lo que venía a ser una misericordia para su cansancio. Una vez que los asientos eran levantados, se observaban aquellas imágenes enigmáticas que implicaban una provocación a la Inquisición, que le dejó actuar a su libre albedrío. Lo que Maese Rodrigo hacía era reflejar el ambiente que había en la calle, mujeres mundanas, pícaros, gentes de mal vivir que conformaban el panorama fantasmagórico de El Bosco en madera, del Decamerón o la Celestina.
Su obra maestra es, sin duda, la sillería de la catedral de Plasencia. En el libro cuarto del cabildo de 1497 figura el contrato suscrito con el tallista referido a la silla central del Obispo y a las dos de los Reyes Católicos, cuyos respaldos taraceados contienen los retratos de los monarcas con una extraordinaria fidelidad. El conjunto se compone de 41 asientos en la parte alta y 26 en la baja, todas ellas realizadas con la colaboración de siete oficiales artesanos en el estilo gótico flamígero importado de la zona germana del bajo Rhin. Maese Mateo tardó ocho años en labrar ese sitial de nogal en la que aún se nota la influencia del Románico en la rigidez de esos centauros, monos, quimeras, frailes, protagonistas de escenas satíricas, irreverentes, libidinosas e impúdicas.
2.- AL MARGEN DE LA INQUISICIÓN
Quien fuera archivero de la catedral placentina, Manuel Sánchez Mora, indagó la causa de tales desafueros por parte del artesano y de la complacencia de los Obispos, llegando a conclusiones que, posteriormente, fueron avaladas por el antropólogo Julio Caro Baroja. Según este estudio, Maese Rodrigo, en su calidad de converso, practicaba una simulación que se produjo en todos los estamentos, incluido el eclesiástico, donde hubo numerosos judíos infiltrados. Consta positivamente la existencia de canónigos conversos en el Cabildo de Toledo. También se tiene conocimiento de que en 1425 hubo un Obispo judío en Plasencia, don Gonzalo de Santa María, que era hijo de otro converso, don Pablo, que ostentó el mismo rango en la catedral de Burgos. Entre ellos subyacía un sentimiento común de resquemor contra Torquemada y la Iglesia, a quienes consideraban culpables del Decreto de Expulsión de los judíos de 1492.
Por esa razón, Rodrigo Alemán actúa protegido por la total pasividad de los obispos, realizando una chanza a la Iglesia que desdecía la santidad del lugar donde trabajaba. Tallaba mujeres con abundante escote, hombres desnudos, la disputa de Jesús con los doctores del Templo mientras una tercera persona le apunta ocultamente lo que ha de decirles, todo un ambiente de procacidad y atrevimiento.
Pero el tallista utiliza un ardid, la sátira de la realidad histórica: utiliza la figura de los franciscanos, por la animadversión que en aquellos años el clero les profesaba. Según el censo de la época, había unos 30.000 frailes de esta orden en la península, que resultaban muy molestos a los canónigos. Los franciscanos no eran sacerdotes, sino simples mendicantes que practicaban la pobreza y acosaban al alto clero, que ya empezaba a estar harto de ellos por las críticas que hacían de su vida licenciosa. Por este motivo, obispos y canónigos pensaban que sentarse sobre aquellos pobres franciscanos motejados cada vez que entonaban sus rezos en el coro, era un sutil modo de venganza.
Algunos de los excesos urdidos por el maestro bajo los asientos contra los franciscanos eran tan imaginativos como: un fraile con cabeza de zorro sermoneando a un auditorio de gallinas, fraile que pretende los favores de una mujer, perro mordiendo las nalgas de un fraile, fraile cortejando a una dama, todos los vicios que pudieran haber sido adjudicados a los propios obispos. Y, en medio de todos ellos, Maese Alemán se autorretrata, siguiendo la usanza de los artífices medievales, como Juan Guas en San Juan de los Reyes de Toledo, o el Maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Lo hace bajo la silla de San Nicolás, el santo más venerado en el santoral centroeuropeo.
3.- RODRIGO ALEMÁN MURIÓ COMO ÍCARO
A partir de 1512 se pierde el rastro de Maese Rodrigo, año en que construye un puente de piedra sobre el río Jerte en Plasencia. No obstante, su muerte ha sido relatada por cronistas como Antonio Ponz y Luis de la Cerca, coincidiendo todas las versiones en que el tallista murió como Ícaro. El motivo fue que en los últimos momentos de su vida cae en desgracia ante el cabildo placentino por sus deudas y es encerrado por su propia jurisdicción en la torre de la catedral.
El artista construyó un artefacto de madera forrado de badana, telas y cuero con unas alas a las que pegó las plumas de las aves que se iba comiendo. Con él se lanzó al vacío con intención de escapar sin conseguirlo, pues pronto dio con su cuerpo en tierra, en el lugar llamado Dehesa de los Caballos, al sur de la ciudad. De esta forma, acabó con su vida el autor de esos prodigiosos calados, torrecillas, taraceados, doseletes, que podemos admirar en las cuatro catedrales señaladas, un refinado encaje, la versión bufa del plateresco sobre la madera.
(Foto portada. Catedral de Plasencia)
Sillería del coro de la catedral de Zamora
Sillería del coro de la catedral de Ciudad Rodrigo
Silla del coro de la catedral de Plasencia. Rodrigo Alemán
Museo Nacional de Escultura de Valladolid