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jueves 21 noviembre 2024
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Miguel de Unamuno, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford

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Miguel de Unamuno, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford

 

 

UNAMUNO RECIBIÓ EN 1936 EL TÍTULO DE DOCTOR HONORIS CAUSA POR LAS UNIVERSIDADES DE OXFORD Y CAMBRIDGE Y EL KING’S COLLEGE DE LONDRES. EN ESPAÑA EL ACONTECIMIENTO TUVO ESCASO ECO 

 

 

1.- Miguel de Unamuno, Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oxford, Cambridge y el King’s College de Londres.

2.- Los contactos de Unamuno con la embajada en Londres

3.- Miguel de Unamuno parte hacia Paris

4.- Miguel de Unamuno en el King’s College de Londres

5.- Conferencia de Miguel de Unamuno en el King’s College de Londres

6.- Asistentes a la conferencia de Unamuno en el King’s College

7.- Unamuno en Ye Olde Cock Tavern

8.- Callejeando por Londres

9.- A Unamuno le preocupa la lengua inglesa

10.- Unamuno en la Universidad de Oxford

11- El regreso de Unamuno a España

 

 

1.- MIGUEL DE UNAMUNO, DOCTOR HONORIS CAUSA POR LAS UNIVERSIDADES DE OXFORD, CAMBRIDGE Y EL KING’S COLLEGE DE LONDRES

En los últimos años de su vida, Miguel de Unamuno arrastraba dos frustraciones en el ámbito académico fuera de España. La primera, cuando en 1934 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad francesa de Grenoble, auspiciado por el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Jacques Chevalier, su antiguo compañero de viaje por Las Hurdes en 1913, junto con el hispanista Maurice Legendre. Entonces, las circunstancias familiares le impidieron acudir a recoger el galardón. Escribió a Chevalier una carta para comunicarle que no podía asistir por el agravamiento de la enfermedad de su esposa y el Decano tuvo que dar el discurso de aceptación en su nombre. En aquellos momentos, Unamuno mostró su entereza cuando, en muy corto espacio de tiempo, fallecieron su esposa, doña Concha Lizárraga, su hija Salomé y sus hermanas María y Susana.

La segunda se relaciona con la inesperada implicación política que le hizo perder el Premio Nobel de Literatura en 1935. La candidatura había sido impulsada por el navarro Amado Alonso, director del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, en nombre de la Academia Argentina de las Letras. A Unamuno se le veía merecedor del galardón, pues en vida su obra ya había sido traducida al alemán, al inglés, al francés, al ruso y al sueco. La propuesta obtenía el apoyo de  varios gobiernos, entre ellos, obviamente, el español, y diversas instituciones culturales.

Pero, posteriormente, dicha candidatura fue retirada por el gobierno argentino al tener conocimiento de que Unamuno había recibido en su casa de la calle Bordadores de Salamanca al fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera. Otros países europeos también declinaron su patrocinio. En consecuencia, aquel año el premio Nobel de Literatura quedó desierto.

En 1936 surge la posibilidad de que Miguel de Unamuno fuera nombrado Doctor Honoris Causa por una Universidad británica. La idea parte de Antonio Pastor Zacharías, agregado cultural de la embajada española en Londres y director del departamento de Estudios Hispánicos del King’s College de Londres, quien le invita a dar varias conferencias por Inglaterra. Pastor consideraba que, con su presencia en aquel país, la ocasión se presentaba idónea para instar ante las autoridades académicas inglesas la concesión de dicha distinción.

Así resultó. El Honoured Degree le fue otorgado por triplicado por las Universidades de Oxford, Cambridge y el King’s College de Londres simultáneamente, lo que el hispanista David Callagham estimó como un caso realmente único. Todo sea dicho, en contra de la opinión de Stanley Baldwin, primer ministro del gobierno conservador británico, que hacía equilibrios en un contexto europeo convulso.

 

2.- LOS CONTACTOS DE MIGUEL DE UNAMUNO CON LA EMBAJADA EN LONDRES

Antonio Pastor pidió colaboración al embajador español, el escritor Ramón Pérez de Ayala que, de inmediato, escribe a Unamuno ofreciéndole la Embajada para que permaneciera en sus dependencias durante los días que durara el evento. La buena amistad de Ayala con Unamuno era conocida. El embajador fue uno de los que en febrero de 1931 había creado en el Teatro Juan Bravo de Segovia la Agrupación al Servicio de la República, junto con Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y Antonio Machado. Había ejercido como corresponsal del diario El Imparcial en Londres y era académico de número de la Real Academia Española de la Lengua.

El Rector le contestó agradecido a vuelta de correo. Se mostró preocupado por la indumentaria que debería llevar en la ceremonia: “Anteayer les puse sendos telegramas a usted y a Pastor aceptando la propuesta y hoy les escribo a ambos. Fui a París a la inauguración del Colegio Español en compañía de Blas Cabrera, José Ortega, de la Cierva y otros, y no sabe usted los ratos que pasé avergonzado, así, de mí mismo. Todos se portaron conmigo no ya correcta, sino afectivamente, pero en ciertas comidas de etiqueta o gala yo aparecía como un aldeano. En el homenaje que se me hizo aquí al jubilarme la cosa no fue tanto, pero salí decidido a no volver a enmascararme. Este año fui invitado a Portugal. Y en los banquetes seguía pareciendo como un aldeano. Pero no puedo, es una verdadera enfermedad. Ponerme a tono o a forma con los demás me costaría una verdadera angustia. Como que es esto una de las cosas que más me impiden resolverme a hacer mi ingreso en la Academia Española”. (Unamuno sentía auténtica aversión a ponerse una corbata).

En aquella carta, enviaba saludos para Luis Calvo Andaluz, agregado de prensa en la embajada. Calvo, natural el pueblo de La Carrera (Ávila), que era un periodista de largo recorrido. Había sido corresponsal en Londres de The Observer, de La Nación de Buenos Aires y del madrileño ABC, en cuyo periódico, del que sería director, ingresó en 1926 y continuó hasta 1962.

La amistad entre Miguel de Unamuno, Pérez de Ayala y Luis Calvo venía de lejos. Había circulado el malévolo rumor de que Ayala y Unamuno estaban en pugna por el premio Nobel, algo que indignó tanto al Rector que no pudo ocultar su vena arrogante respecto a Ayala. Calvo medió entre ambos y esclareció el entuerto, confirmándole a Unamuno que Ayala no aspiraba al premio y las aguas volvieron a su cauce.

 

3.- MIGUEL DE UNAMUNO PARTE HACIA PARÍS

El día 15 de febrero, Unamuno parte hacia París en tren, acompañado por Fernando, el mayor de sus hijos, una vez concluidos los preparativos realizados por su yerno y secretario José María Quiroga Pla. En la capital francesa fue recibido por el embajador, Juan Francisco de Cárdenas, un culto diplomático de carrera. Cárdenas había ejercido antes en Estados Unidos, dejando el recuerdo de su buen hacer en la Universiy of Columbia, que le había dispensado el mismo Honoris Causa que ahora iba a recibir Unamuno en Inglaterra.

Cárdenas y Unamuno ya se conocían, porque el embajador había estudiado en Salamanca. En abril de 1935 le había invitado a dar una conferencia en París que versó sobre Quevedo. Se trataba de un ciclo que la embajada ofrecía con motivo de la inauguración del Colegio de España en la Ciudad Universitaria parisina. Unamuno entonces estuvo alojado en la sede diplomática, al igual que Menéndez Pidal, Gregorio Marañón y Ortega y Gasset.

En sus conversaciones con Cárdenas el Rector le confesó que sentía como si su nombramiento Honoris Causa de Oxford hubiera sido devaluado, porque antes lo habían recibido el Rey Alfonso XIII y el Duque de Alba, en 1926 y 1935 respectivamente, con quienes no se sentía de ninguna manera identificado. En los dos días que Unamuno permaneció en París tuvo ocasión de volver a La Rotonde y otros lugares que frecuentó en 1924 como exiliado y le traían recuerdos entrañables.

El día 19 cruza el Canal de La Mancha y desembarca en el puerto de Dover. Desde allí toma el tren que le conduciría a la estación Victoria de Londres. Al frente de la recepción en la capital se hallaban el embajador Ramón Pérez de Ayala, el cónsul y abogado del Estado Vicente Álvarez Buylla y Antonio Pastor, junto a numerosos admiradores españoles y británicos. La sede de la embajada era y es un bello edificio victoriano en Belgrave Square, atendido por un relevante número de sirvientes al cargo de un mayordomo, cuyo porte y estilo británico llamaba la atención de Unamuno.

Su hijo Fernando envió una carta a Salamanca, dirigida a su hermana Felisa, en la que comunica a la familia su llegada a Londres: “Hemos pasado en París dos días agradables gracias a la amabilidad de Cárdenas, el embajador, hombre verdaderamente encantador. La última cena en París la hicimos en el restaurant en que Stavisky (el famoso estafador) solía cenar y preparar sus operaciones; es de un mallorquín y nos enseñaron el libro de firmas y entre otras vimos la de Don Juan de Borbón. Pérez de Ayala nos ha recibido muy bien y hoy empezaremos a ver Londres. Los alojamientos de estas embajadas y los criados, sobre todo aquí, son excesivos, y le agobian a uno con tantos espejos, con sus butacas, frascos llenos de cosas que no sabe uno para qué son ni para qué sirven. Yo tengo miedo de equivocarme con tantas explicaciones”.

 

4.- MIGUEL DE UNAMUNO EN EL KING’S COLLEGE DE LONDRES

El King’s College era una institución universitaria más antigua que la Universidad de Londres, en la que hoy está integrado. Allí, el profesor Antonio Pastor había programado una serie de conferencias en torno a la cultura española, en la que ya había participado el catedrático Pedro Salinas; luego, lo haría Unamuno y, posteriormente, el doctor Gregorio Marañón, unos encuentros que suscitaron mucho interés entre los hispanistas del Reino Unido.

(La figura de Antonio Pastor y su labor en pro de la cultura española no ha sido bien ponderada, más bien, injustamente olvidada. Tras sus estudios en Madrid y Múnich, Pastor se estableció en Oxford para obtener el doctorado en Filosofía y Letras en su Universidad, que consiguió investigando e impartiendo clases durante cuatro años. Sucedió al prestigioso cervantista escocés James Fitzmaurice-Kelly en la Cátedra Cervantes del King’s College, cuyo primer profesor español había sido el liberal Antonio Alcalá Galiano. Fue colaborador de la Encyclopedia Britannica y profesor del Príncipe de Gales, el futuro rey Eduardo VIII de Inglaterra. Creó el Instituto de Estudios Hispánicos de Londres y el Instituto de España, e impartió numerosas conferencias por la geografía europea, como París, Estocolmo, Upsala…)

El día 20, el King’s College se dispuso a recibir a Unamuno, que acudió a un auditorio repleto de estudiantes hispanófilos, profesores hispanistas de las universidades de Oxford, Cambridge, Glasgow y Dublín, así como embajadores de varios países hispanoamericanos, todos ellos expectantes por ver a quien nueve días después recibiría el Honoured Degree en la Universidad de Oxford. La presentación fue hecha por Antonio Pastor, como promotor del doctorado y, por parte de la institución tomó la palabra Mr. Cyril Bailey, filólogo y bibliotecario del Balliol College, que consideró al Rector salmantino como “el primer hombre de letras de España”.

 

5.- CONFERENCIA DE MIGUEL DE UNAMUNO EN EL KING’S COLLEGE

Unamuno abordó una conferencia que versó sobre la Generación del 98, en la que relató anécdotas vividas que provocaron sonrisas y aplausos entre aquella audiencia que, como estudiantes de Filología Hispánica en su mayoría, entendían el castellano, la lengua en que Unamuno se expresaba, advirtiéndoles: “Como soy sujeto, no puedo dar más que juicios subjetivos. Si algún día llego a ser objeto… La historia no es lo que los hombres hicieron, sino lo que soñaron que hacían”.

Sobre cómo él veía a la juventud en la República española, afirmó que muy empobrecida intelectualmente, “porque no saben expresar con palabras lo que sienten o no dicen lo que piensan”, añadiendo: “No hemos sabido asomarnos al alma de la mocedad española, y esa juventud, hoy, es masa que sigue a los energúmenos de ambos lados, que predican y encienden la guerra civil. Yo me he negado ya a hablar en público en España, porque ahora nadie oye allí a nadie. El español ha confundido el gesto con el esfuerzo”.

Y sobre cómo los jóvenes podrían verle a él, recordó un caso vivido por él: “Me ocurrió en un manicomio de Barcelona, visitando a su director, amigo mío, que me dijo que allí había un mozo pensionado que sabía que yo estaba allí y quería conocerme. Era un melancólico. Salió el mozo, se acercó a mí y me dijo: ¿Es usted el señor Unamuno? Sí, le contesté. ¿Pero, el auténtico? ¿No el que viene pintado en los papeles? Y se marchó. Yo le dije al director que había empezado a dudar si no tendría razón, si sería yo el auténtico. ¿No será el otro, el que todos han forjado?».

Y acerca de la poesía pura, aseguraba que carecía de sentido: “El agua destilada es impotable. Un hombre fisiológicamente puro sería un hombre sin ninguna toxina y casi un imbécil”. Los estudiantes se mostraron entusiasmados. Muchos de ellos no pudieron entrar en el recinto por falta de aforo.

 

6.- ASISTENTES A LA CONFERENCIA DEL KING’S COLLEGE

Entre los asistentes a la conferencia que Miguel de Unamuno dio en el King’s College figuraban numerosas personalidades, como un representante del Gobierno británico, el Lord Major de Londres, el Major de Westminster, profesores hispanistas de Inglaterra, Escocia e Irlanda y numerosos estudiantes españoles. Muchos de ellos, entonces o después, sobresalieron en las letras. Destacamos algunos:

Ernest Crawford Flitch, antiguo alumno del King’s College. Realizó muchos viajes a España. En uno de ellos, en 1913, conoció a Unamuno en Salamanca, quedando fascinado por su obra. Se comprometió a traducir al inglés su Sentimiento trágico de la vida, para lo que Flitch permaneció varios meses en Salamanca en 1919 recogiendo notas y resolviendo dudas directamente con el autor. Consiguió que Macmillan Publishers, editor del novelista Rudyard Kipling, lo publicara en Londres en 1921 con el prólogo del ensayista e historiador Salvador de Madariaga, recibiendo las reseñas más favorables de la crítica.

Con ocasión del destierro de Unamuno en Fuerteventura, impuesto por el general Primo de Rivera, Flitch le acompañó durante cuarenta días en aquella isla. En ese tiempo tradujo su libro De Fuerteventura a París, que apareció en las librerías en 1925. Y cuando Unamuno se autoexilia en Francia, Flitch estuvo en París para recibirle. Más tarde, volvería a encontrarse varias veces con él en Hendaya, mientras esperaba el retorno a España contemplando Fuenterrabía desde la otra orilla del rio Bidasoa.

John Brade Trend. Afamado musicólogo que conoció a Unamuno en 1916 en una visita a Salamanca. Fue colaborador de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Allí trabó una profunda amistad con Antonio Machado. Cuando en 1939 se enteró de que éste se hallaba exiliado en Francia en muy mal estado, le envió una carta al Hotel Bougnol-Quintana de Colliure, donde el poeta estaba hospedado, ofreciéndole trabajo en la Universidad de Cambridge dando clases de español y conferencias de Literatura. A vuelta de correo le contestó José Machado comunicándole que su hermano acababa de morir.

Rafael Martín Nadal. Era profesor de español en el King’s College. Tras la guerra civil realizó una serie de programas en la BBC titulados La Voz de Londres con asuntos relativos a España. Su labor con los exiliados fue intensa. Es considerado el legatario de la obra de su amigo el poeta García Lorca, e igualmente, del también poeta José María Quiroga Plá, yerno de Unamuno. De éste recogió su epistolario y parte de su difusa obra, cediéndosela a la Casa Museo de Unamuno de la Universidad de Salamanca, institución que ha rescatado su figura de la postergación a la que inmerecidamente fue sometido, por no haber sido incluido en su día por Gerardo Diego en su nómina de integrantes de la Generación del 27.

Leopoldo Panero. Joven poeta leonés que había estudiado Filología Inglesa y actuaba como traductor informal en los encuentros de Unamuno con otros colegas de las letras. Panero le conocía porque en 1931 había escrito un encomiástico artículo en el diario El Sol, titulado Notas de amor. Miguel de Unamuno. Poesía y Vida. Llevaba tres años ampliando estudios en la Universidad de Cambridge.

Finalmente, de una larga lista memorable, destacamos a José María Muguruza Otaño, catedrático de Arquitectura, director de la construcción de los primeros paradores nacionales, que se hallaba en Inglaterra estudiando el estilo constructivo del país. También, a Rafael Laínez Alcalá, Premio Nacional de Literatura de ese año con una obra sobre los artistas palentinos Pedro y Alonso Berruguete, que acababa de dar varias conferencias a hispanistas en Liverpool y Londres. Más tarde sería catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Salamanca, ciudad en la que fue nombrado Hijo Adoptivo. Y, por último, los cronistas Luis Calvo y Julio Camba, corresponsales de los diarios El Sol y ABC respectivamente.

 

7.- MIGUEL DE UNAMUNO EN YE OLDE COCK TAVERN

Al finalizar la conferencia, un gran número de asistentes se desplazó a pie con don Miguel hasta la Ye Olde Cock Tavern, un restaurante que aún existe en Fleet Street, a corta distancia del King’s College, donde la Organización Universitaria Española en Londres le ofreció una cena. A Unamuno le agradó ir a aquel lugar, porque era el habitualmente frecuentado por Charles Dickens, cuyas novelas leía en su juventud y al que admiraba por el psicologismo que imprimía a sus personajes. Tras la cena, mantuvo con los estudiantes una charla-coloquio en un tono desenfadado que agradecieron con prolongados aplausos.

Sobre la actitud que los jóvenes debían mantener ante la política, les aconsejó “que se mostraran con independencia y libertad al margen de los intereses de los partidos o del Gobierno”. En este punto, el embajador López de Ayala le tuvo que pedir que fuera más comedido, porque lo que allí se decía se terminaba oyendo en Madrid y no quería conflictos. No obstante, a la pregunta de los estudiantes acerca de su opinión sobre el presidente Manuel Azaña, volvió a tomar carrerilla en su respuesta y, de nuevo, le tuvo que interrumpir el embajador. Ayala sabía que lo más suave que Unamuno había dicho de Azaña cuando coincidían en el Ateneo de Madrid fue considerarle “un escritor al que no leía nadie”. Pero Unamuno se revolvía e insistía: “Hay momentos en la historia en los que es preciso decir las verdades que no agradan”.

Se hacía tarde. Los estudiantes sabían que Unamuno tenía la costumbre de acostarse pronto, pero le pidieron que continuara un rato más con ellos, manteniendo ese tono familiar y desenfadado. Ante la pregunta habitual de si le gustaba Londres, respondió con un rotundo ‘No’, olvidando la flema británica del lugar. “Aquí todo es lo mismo, Londres tiene un sol lunático”, les espetó, añadiendo: “No me entero de nada, pero cuando llegue a España, soñaré lo que ahora estoy viendo y empezaré a darme cuenta de todo”.

 

8.- CALLEJEANDO POR LONDRES

A Miguel de Unamuno aún le quedaban ocho días hasta recibir el doctorado en Oxford, que aprovechó para callejear y recibir en la embajada a personas relacionadas con el mundo del libro y de las letras. Tuvo un almuerzo con Gilbert Murray, catedrático de Griego de la Universidad de Oxford, a quien deseaba conocer, pues, años atrás, el editor José Lázaro Galdiano había enviado a Unamuno su obra Historia de la Literatura Clásica Griega, que consideraba de gran valor didáctico.

También mantuvo un encuentro con el editor catalán Joan Gili, que había abierto su famosa librería Dolphin en Londres, junto a Charing Cross. Resultado de aquella conversación fue que, dos años después de morir Unamuno, Gili publicó una selección de poemas suyos con una introducción de John Brade Trend. (Éste a su vez también publicó otra selección de Federico García Lorca, introducida por quien fuera su amigo Rafael Martínez Nadal).

Visita las ciudades de Stratford-upon-Avon y Cambridge. En la primera, recorre los lugares históricos relacionados con William Shakespeare y, en la segunda, acude a su Universidad. En aquel ambiente estudiantil que le resultaba familiar encuentra al poeta José Antonio Muñoz Rojas, que realizaba una tesis sobre los escritores ingleses que habían recibido la influencia de la literatura española. Conocedor de la obra de Unamuno en lo relativo a su existencialismo cristiano, le recomendó la lectura del poeta metafísico Richard Crashaw por sus referencias a Santa Teresa.

Alguno de esos días lo único que hace es deambular sin rumbo por las calles londinenses, las que Julio Camba describía como “entre farolas que no alumbran, guardias que dirigen la circulación sin una disciplina inflexible y la niebla, esa niebla que hace de Londres una ciudad misteriosa, húmeda y fría”. Como buen dibujante que era y aficionado a las manualidades, en especial, a sus pajaritas de papel, visitó una exposición de arte chino con dibujos de animales en seda, de lo que tenemos noticia por la carta que le envía a su nieto Miguelín, el hijo de José María Quiroga Plá y de su hija Salomé, entonces ya fallecida.

 

9.- A UNAMUNO LE PREOCUPA LA LENGUA INGLESA

Por segunda vez, Unamuno pronunció otra conferencia sobre la República Española, defendiéndola “como otro sueño de una España mejor que nos va a despertar en el último acto de la tragedia”. Pero entre sus amistades comentaba que el futuro no se presentaba esperanzador, porque en España gobernaba una izquierda muy radicalizada y la oposición conservadora no se resignaba a admitir la derrota en las elecciones. Finalizado el acto, la Cámara de Comercio Española en Londres le ofreció un banquete en el Círculo Español, en el que el embajador Pérez de Ayala hizo un esbozo de la obra del homenajeado.

La noche anterior a la celebración del acto académico en la Universidad de Oxford, Unamuno cenó con su Chancellor, Edward Wood, con Antonio Pastor y Pérez de Ayala para tratar aspectos de la organización. Posteriormente, le manifestó a Ayala que se sentía preocupado por no dominar aquel idioma y las dificultades que encontraba para hacerse entender.

(Su lamento resultaba algo insólito. Había estudiado varios idiomas y dominaba la teoría de todos ellos, pero no los hablaba. Durante muchos años estuvo contratado como traductor para la editorial La España Moderna de José Lázaro Galdiano. Había traducido para él muchos libros clásicos de autores ingleses, como el filósofo Herbert Spencer y el historiador Thomas Carlyle. Mientras realizó sus estudios superiores en la Universidad Central de Madrid, aprendió el alemán asistiendo a clases en el Ateneo. Incluso aprendió danés para leer al filósofo Soren Kierkegaard en su propia lengua. La explicación de esta anomalía estaba en el nefasto sistema educativo que ha existido durante décadas en la enseñanza de los idiomas. Los profesores que enseñaban griego y latín, las lenguas muertas, seguían el mismo método antipedagógico para las modernas). 

 

10.- MIGUEL DE UNAMUNO EN LA UNIVERSIDAD DE OXFORD

El día 29 de febrero tuvo lugar en Oxford el acto tan esperado por Unamuno, la concesión del título de Doctor Honoris Causa o Honoured Degree. Tuvo que desfilar por la calle ataviado con toga y bonete, rodeado por el profesorado de la institución hasta llegar al Sheldonian Theatre, donde se desarrolla el Encaenia, una ceremonia que había nacido cuatro siglos atrás. Hizo la entrada en aquel espectacular salón gótico de grados donde le esperaban cientos de doctores, diplomados y jóvenes estudiantes y subió al estrado.

El mencionado Mr. Cyril Bailey hizo un elogio de la vida de Unamuno, al que definió como “un poeta eminentemente cristiano que concibe a su país con grandiosidad”. Unamuno dijo unas breves palabras de agradecimiento en castellano y juró fidelidad a la Universidad sobre la Biblia, tras lo cual recibió unos protocolarios aplausos en medio de un silencio atronador. A continuación, pronunció un largo discurso también en castellano y con poca voz, ya debido a su edad, que más bien consistía en aspectos de su vida. Los presentes mostraron poco entusiasmo y los aplausos resultaron gélidos. Apenas los hispanófilos le entendían.

Entre los asistentes se encontraba sir Peter Russell, un joven hispanista graduado en Oxford con la tesis titulada La relación de la dinastía Plantagenet con la Península Ibérica, que ahonda en la figura de la princesa normanda Leonor de Plantagenet, casada con el Rey Alfonso VIII de Castilla y la impronta que dejó en España, como el convento de las Huelgas de Burgos y aquellos templos castellanos que llevan el nombre de Thomas Becket, Santo Tomás de Canterbury o Santo Tomás Cantuariense.

Russell nos dejó una opinión poco laudatoria de la intervención de Unamuno: “Se mostraba acongojado, depresivo y desesperanzado por lo que parecía una inevitable deriva hacia la guerra civil. Algo destacable en su visita era que, a pesar de que había traducido a Herbert Spencer al español y leído entre otros a sir Thomas Browne, Byron, Carlyle, Poe y Shakespeare en inglés, su dominio del idioma hablado era cualquier cosa menos fluido. Sus anfitriones se veían en la necesidad de que estuviera siempre rodeado de hispano hablantes, cuando intentaba mantener una conversación en inglés inútilmente”. (Realmente, no se explica cómo Unamuno no llevó unas cuartillas escritas en inglés para leerlas en el acto, aunque resultara deficiente. La audiencia lo hubiera agradecido).

 

11.- EL REGRESO DE MIGUEL DE UNAMUNO A ESPAÑA

Cumplido el procedimiento, Unamuno se dispuso a regresar a España. El día 1 de marzo recibe por última vez en la Embajada a representantes de agencias de prensa. Les trasmite su preocupación por el devenir de la maltrecha República española en la que aumentaba el radicalismo. Entrevistado por el austriaco Egon Michael Salzer, éste escribe: “A la luz de una cercana confrontación civil, advertimos en sus palabras pesimismo. Unamuno reprueba la ineficacia de los gobernantes. Considera que son mandarines, si no mandones: les gusta ocupar el puesto, pero no gobernar”.

El día 3 se hallaba de vuelta en París donde permanece algunos días visitando a amigos y editores. El embajador Cárdenas le confirma que la evolución de la situación española empeora. El día 7  llega a la estación del Norte de Madrid (hoy Príncipe Pío). Antes de partir para Salamanca pasa unas horas con el pintor Daniel Vázquez Díaz, que le esboza el último retrato que le hagan, el Unamuno de la cuartilla blanca, actualmente en el Museo Reina Sofía. En él ya se le veía muy envejecido.

Aquellos jóvenes que habían escuchado a Unamuno en el Reino Unido percibieron que les dejaba un profundo poso de pesimismo y negatividad, que sólo comprendieron cinco meses después cuando en España se cumplieron los peores augurios con el comienzo de la Guerra Civil. El filósofo británico Sir Isaiah Berlin, entonces recién nombrado profesor del All Souls College de Oxford, escribe a su amigo el poeta Stephen Spender lo siguiente: “El señor Miguel de Unamuno ha dado una conferencia aquí y me ha parecido un hombre espléndido. Nos ha explicado que estamos demasiado oprimidos por la Historia como para ser capaces de actuar, demasiado debilitados por el peso del conocimiento del pasado como para hacer otra cosa que no sea dudar; que tal vez Rousseau tuviera razón y nuestra sociedad necesite algún tipo de nueva barbarie para liberarse de las ataduras. Yo pienso que estas teorías sólo son aplicables a los intelectuales españoles de hoy o a los rusos de 1917, cuando todavía creían vivir en 1848”.

 

 

 

Miguel de Unamuno

 

Juan Francisco de Cárdenas. Embajador en París

 

Ramón Pérez de Ayala. Embajador en Londres

 

The King’s College. Londres

 

 

Ye Olde Cock Tavern. Londres

 

Banquete en honor a Miguel de Unamuno en el Centro Español de Londres el 27 de febrero de 1936. Unamuno se haya en el centro de la mesa de presidencia. A su izquierda, el embajador Ramón Pérez de Ayala. (Casa Museo Unamuno)

 

 

Menú del banquete (CMU)

 

Ceremonia ‘Encaenia’. Universidad de Oxford

 

Sheldonian Theatre. Universidad de Oxford

 

Sheldonian Theatre. Universidad de Oxford

 

Unamuno. Manuel Vázquez Díaz. 1936 (museoreinasofia)

 

Londres

 

 

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