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viernes 29 marzo 2024
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Manuel Gómez-Moreno desvela cómo era Unamuno

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Manuel Gómez-Moreno desvela cómo era Unamuno

 

 

EL HISTORIADOR DEL ARTE MANUEL GÓMEZ-MORENO COMPARTÍO  SU VIDA COTIDIANA DURANTE UN AÑO CON MIGUEL DE UNAMUNO EN SALAMANCA

 

 

1.- El catálogo monumental de Salamanca

2.- Las debilidades de Unamuno

3.- La caja de Pandora

4.- Miguel de Unamuno, un ser humano

 

 

1.- EL CATÁLOGO MONUMENTAL DE SALAMANCA

Las provincias de Ávila, Salamanca, Zamora y León, pueden alardear de ser las únicas que cuentan con un valioso catálogo monumental, realizado por el insigne historiador de arte Manuel Gómez-Moreno. Aquellos trabajos formaban parte de un gran inventario nacional que quedó abortado por mor de cuestiones políticas. Con los cambios de gobierno, los nuevos mandatarios prefirieron hacer el encargo a personas que no poseían las cualidades ni los conocimientos histórico-artísticos necesarios. Ese clientelismo se tradujo en meros informes que no siguieron un criterio científico ni homogéneo entre las distintas provincias. Más bien, esos supuestos estudios se convirtieron en guías turísticas.

Todo comenzó en 1900, cuando el ministro de Fomento, Alejandro Pidal y Mon, aprueba el proyecto de confección de los Catálogos Monumentales y Artísticos de España y se lo encarga a Manuel Gómez-Moreno, a propuesta de Juan Facundo Riaño, catedrático de la Universidad Central de Madrid y académico de la Real de San Fernando, así como de Guillermo de Osma, Conde de Valencia de don Juan y asesor del Conde de Romanones. De este modo, el historiador comienza en 1901 en la provincia de Ávila, continúa en 1903 en la de Salamanca, en 1904 en la de Zamora, finalizando en la de León en 1908.

El motivo del inicio en la provincia de Ávila se debió a su deseo de realizar una labor rigurosa mientras adquiría destreza. La cercanía de Madrid le posibilitaba volver a la capital para recopilar el material que iba necesitando, en el que no faltaba una máquina fotográfica de fuelle sobre un trípode de madera y un minúsculo laboratorio de revelado de fotografías. De gran ayuda le sirvió el Estudio histórico de Ávila y su territorio, publicado en 1896 por el archivero Enrique Ballesteros. Lo demás consistía en recorrer todos y cada uno de los pueblos a lomos de mulo o a pie y en hablar con los encargados de los archivos municipales o eclesiásticos y con las gentes que encontraba en su camino. Llegó un momento en que la sierra abulense le abatía. Como granadino, aquel frio otoñal le hizo exclamar: «Estoy harto de monumentos, burros y curas».

En Salamanca permaneció algo más de un año. De su estancia mantuvo un recuerdo imborrable por las personas que conoció, como don Miguel de Unamuno, recién nombrado Rector de la Universidad, que llegó a convertirse en un amigo íntimo. Algunas veces le acompañaba en su trabajo de campo si el buen tiempo lo permitía, pues en caso contrario, consultaba en los archivos. A Unamuno le intrigaba conocer su método de investigación, que pudo observar en Alba de Tormes, donde recorrieron el monasterio jerónimo extramuros de San Leonardo en busca de la huella del azulejero toledano Pedro Vázquez, o el castillo de la Casa de Alba, del que sólo quedaba un torreón rodeado de “un monte de cascajos y salpicado de trozos de azulejos”, según describía Gómez-Moreno.

También tuvo la fortuna de contar con la colaboración de Joaquín de Vargas y Aguirre, el autor del proyecto modernista del edificio de la Casa Lis de Salamanca, redactado según las tendencias adquiridas en la Exposición Universal de París celebrada el año anterior. Vargas era el arquitecto omnipresente, titular de la Diputación Provincial y de las diócesis de Salamanca, Ciudad Rodrigo y Zamora.

Historiador y arquitecto compartían el interés por el Arte y eran miembros de la Sociedad Castellana de Excursiones, que efectuaban por las zonas cercanas. Fueron buenos amigos. Pero, eso no impidió a Gómez Moreno criticarle cuando tuvo motivos fundados. Eso es lo que sucedió con ocasión de su visita a Ciudad Rodrigo, donde comprobó que Vargas había realizado una reforma en la casa consistorial de la Plaza Mayor consistente en la supresión del cuarto alto. Le pareció un desentono que chirriaba. 

En su curiosidad investigadora, en numerosas ocasiones salía de los límites marcados en su trabajo para ver estilos diferentes en ciudades monumentales. Estando en Ciudad Rodrigo, pasó a Portugal para recorrer Coímbra. Otra vez lo hizo hacia el sur para conocer Coria y Plasencia, que el impresionó. Y visitó otros lugares de Galicia cuando estuvo en León, cuya provincia comenzó por Astorga y el Bierzo, quedando fascinado por Las Médulas.

 

2.- LAS DEBILIDADES DE UNAMUNO

Gómez-Moreno escribía cartas diariamente a su padre, don Manuel, y a la que sería su esposa, Elena Rodríguez-Bolívar, sobrina de Francisco Giner de los Ríos. En ellas les narraba con absoluta naturalidad lo que sentía y les trasmitía sus opiniones sobre las personas que le rodeaban. Respecto de Unamuno, resultaban ácidas y descarnadas. Destacaba sus defectos con crudeza. Era tan explícito como lo puede ser cualquiera que ve algo y calla.

Pero el historiador, tuvo la entereza de publicar en 1951 esa correspondencia privada en el Boletín de la Cátedra Miguel de Unamuno de la Universidad de Salamanca. Es de agradecer, porque esos someros análisis contienen un gran valor para enjuiciar a Unamuno a pie de calle, lejos de sus ensayos filosóficos. De él decía que sobreactuaba. Calificaba su comportamiento como “la afectación de rebuscamientos espectaculares que constituyeron su manía de publicista”. En aspectos como la música, le asemejaba a Napoleón: “Es un ruido que nada le dice”. En cuanto a sus estados de ánimo, afirmaba: “Está muy risueño conmigo, cosa que le cae bien mal a la cara mohína y espantada que tiene”. Y también escribía: “Ahora, que no llueve, voy a ir a casa de Unamuno, qué es lo más soso y deparado que pueda verse”.

Gómez-Moreno halló una Salamanca dividida en dos bandos, unos liberales y otros conservadores. Entre éstos, incluso los había ultramontanos, como el Obispo, padre Cámara, que lanzaba continuas diatribas contra Unamuno. Gómez-Moreno se las veía y deseaba para desenvolverse entre las dos partes enfrentadas. Así lo exteriorizaba en sus cartas: “Recelo algo si su amistad me será perjudicial para andar entre la gente de la iglesia”. E incide: “No sé si me perjudicará más que otra cosa el andar con éste, por lo mal visto que es en general. Aquí le tienen en cuenta que desde que es Rector no ha asistido a una sola solemnidad religiosa de las que la Universidad celebra”.

También reprochaba a Unamuno que hablara en exceso sobre política, a veces, desproporcionada e inoportunamente. En general, los que rodeaban a Unamuno pronto apreciaban sus anhelos por entrar en política, pero consideraban que carecía de aptitudes porque se expresaba con una claridad demasiado meridiana. Años más tarde, Max Aub llegaría a afirmar: “Unamuno era un resentido por no llegar a presidente”.

 

3.- LA CAJA DE PANDORA

Algo que con frecuencia destacaban quienes se relacionaban con Unamuno era su tacañería. Especialmente rudo con él fue el periodista César González Ruano, a quien el Rector no le invitó al café que tomaron en el Novelty cuando se había desplazado desde Madrid expresamente para realizarle una entrevista. También Gómez-Moreno destaca esta particularidad, pero con mayor ingenio: “Volví a salir en dirección a casa del Rector, y al doblar una esquina, plaf, el rector en cuerpo, alma, gafas y paraguas; retrocedí con él hablando de cosas poco importantes, hasta llegar a un café llamado Suizo, donde él tomó ídem y yo una silla”. Pero, para finura, la de Josep Plá, que define esa característica de Unamuno de la siguiente manera: “Los hombres de vida interior, como don Miguel, consiguen tener un pagar imperceptible”.

Otra de las flaquezas de Unamuno era el juego. De ello dejaron testimonio sus paisanos vascos durante el tiempo que permaneció autoexiliado en Hendaya, donde pasaba horas jugando al mus. Y muy esclarecedora, casi dramática, es la carta que el 9 enero de 1903 dirige al mencionado arquitecto Joaquín de Vargas, en la que se lamenta: “Querido Vargas: Este año empieza mal, muy mal. No llevamos más que ocho días y dos sesiones de él y llevo perdidas tres pesetas y veinticinco céntimos a pesar de tres bolas, una de nueve triunfos. El año pasado cerré con déficit de catorce pesetas. Esto es la ruina, y con seis hijos y el séptimo de camino, no sé a dónde voy a ir a parar”.

En 1902, Gómez-Moreno ya llevaba tiempo tratando a Unamuno casi a diario. Se hizo más benevolente con él, hasta llegar a empatizar y reconocer que, en el fondo, los dos eran iguales: “Es muy sincero y hasta brutal en la manifestación de sus pensamientos; tiene un temperamento duro y violento, que él reconoce y trabaja por amansar… pero también tiene más que un poquito de soberbia, de fe en sí mismo, de confianza en su cerebro, de insubordinación contra todo lo vulgar, y de espíritu de contradicción y de novedad, que le pierden, por ahora; pues, quién sabe por qué sendero acabará. Si estuviéramos en contacto mucho tiempo seriamos buenos amigos; pues, por lo que de él te digo, comprenderás que tiene puntos de contacto con mi manera de ser, y bien sabes también que la sinceridad, la honradez y el corazón son dotes que me atraen; además, como sabe mucho y lo expresa con viveza y precisión, gusta oírle”.

Con absoluta franqueza detalla cómo era el tono de su trato personal: “Unamuno, si tan cargante es cuando pone el paño al púlpito delante de los demás, así es de sincero y hasta modesto cuando se trata a solas conmigo, pues entonces depone todo su empirismo y nos tratamos de potencia a potencia sin que pretenda subyugarme, así como yo también lo trato como a igual diciéndole claramente lo que siento y me parecen las cosas: es el modo de ganarse a estos encopetados; además, como él reconoce en mí una serie de conocimientos que no posee, pero que los estima y le interesan, de aquí el que me mire con más benevolencia y hasta obsequiosidad de la que suele. Es cosa digna de verse este cambio, que se le nota hasta en el tono de la voz”.

 

4.- MIGUEL DE UNAMUNO, UN SER HUMANO

Obviamente, aquí sólo hemos resaltado las frases más insospechadas del historiador, no las que alababan al Rector, que eran más numerosas. El mérito de Gómez-Moreno es permitirnos ver que, junto al personaje histórico de Unamuno, además de una personalidad compleja, existía un ser humano con sus virtudes y defectos. Y así lo reflejó con realismo en el aludido artículo de 1951, titulado El Unamuno de 1901 a 1903.

En 1903, Gómez-Moreno ya había partido de Salamanca. Se encontraba en Zamora realizando el catálogo de esa provincia con la ayuda de su esposa Elena, que se encargaba de ordenar la documentación y las fotografías. Y proseguía escribiendo sus notas en las que recordaba a Unamuno con afecto: “Conmigo se ha seguido mostrando cariñoso y deferente”, decía con añoranza. Por su parte, el Rector continuó buscando por el campo pequeños trozos de pizarras con inscripciones, las dibujaba en un folio y se lo enviaba a Gómez-Moreno por si pudiera interesarle. Una relación duradera y entrañable. En 1970, el Ayuntamiento de Salamanca concedió al historiador la Medalla de Oro de la ciudad y puso su nombre a una calle.

(Foto portada. Torre del Gallo. Catedral de Salamanca)

 

Ábside y Torre del Gallo. Catedral de Salamanca. Fotografía de Manuel Gómez-Moreno

 

Manuel Gómez-Moreno

 

Miguel de Unamuno (gredos.usal.es)

 

Manuel Gómez-Moreno en su despacho

 

Manuel Gómez-Moreno (Fundación Rodríguez-Acosta)

 

 

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