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El asunto entre Miguel de Unamuno y Gabriel y Galán

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El asunto entre Miguel de Unamuno y Gabriel y Galán

 

 

EL POETA JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN RESULTÓ GANADOR EN UN CONCURSO LITERARIO CONVOCADO POR EL ATENEO ZARAGOZANO.  POSTERIORMENTE, EL ATENEO ENVIÓ EL GALARDÓN A MIGUEL DE UNAMUNO PARA QUE SE LO ENTREGARA Y SURGIERON LOS PROBLEMAS

 

 

 

1.- El poeta Gabriel y Galán

2.- Miguel de Unamuno conoce a Gabriel y Galán 

3.- La consagración del poeta

4.- El conflicto entre ambos 

5.- la carta expiatoria de Unamuno  

6.- La anhelada conciliación

 

 

1.- EL POETA GABRIEL Y GALÁN

José María Gabriel y Galán era un hombre del pueblo. Había nacido en la localidad salmantina de Frades de la Sierra, en el Campo Charro. Allí aprendió a comprender el sentimiento del mundo rural que convertía en poesía, gracias a la destreza que su madre, Bernarda Galán, le había imbuido. Con sus versos conectaba fácilmente con las gentes de aquellos lugares en donde estuvo como maestro. En Guijuelo y Piedrahita dejó un recuerdo imborrable.

Cuando se casó en Plasencia con la extremeña Desideria García, dejó el magisterio para dedicarse a la administración de una gran dehesa denominada “El Tejar”, propiedad de un tío de su esposa, en el pueblo de Guijo de Granadilla. A dicha finca, que se hallaba a tres kilómetros del pueblo, a las puertas de Las Hurdes, hoy anegada por las aguas del pantano que lleva el nombre del poeta, acudía en retiro, al modo de Fray Luis de León, para componer sus poemas. Pero su fama de juglar no trascendió a la ciudad, hasta que Miguel de Unamuno le dio el definitivo espaldarazo, no sin atravesar ciertas vicisitudes, en las que algunos vieron la peculiar idiosincrasia del Rector.

Papel primordial tuvo su hermano Baldomero, Abogado del Estado en Salamanca y amigo de Unamuno. Era 1898, año en que nace el primero de los cuatro hijos del poeta, cuando Baldomero sugiere al Rector que quizás le hubiera gustado leer algo del desconocido vate. Casualmente, acababa de escribir el poema titulado El Cristu Benditu, en uno de los diversos dialectos del leonés que se conservan por algunas zonas del oeste peninsular, y se lo hizo llegar.

 

2.- MIGUEL DE UNAMUNO CONOCE A GABRIEL Y GALÁN

El Rector quedó fascinado por la originalidad de aquellos versos y al momento propuso a Baldomero publicarlo en La Ilustración Española y Americana. Por su parte, el poeta regionalista José María Pereda, que ocasionalmente se hallaba Salamanca, los leyó y también le entusiasmaron, igual que a Salvador Rueda en Madrid. Unamuno puso en relación al poeta con Menéndez Pidal, muy interesado por los dialectos, romances y leyendas populares que Galán conocía, y con otros escritores de la época: como Pardo Bazán, Pereda, Sánchez Rojas, Fernández Villegas, Luis Maldonado y Roso de Luna.

La buena sintonía entre Gabriel y Galán y Unamuno era evidente y de mutua confianza, no sólo en cuestiones literarias. Como ejemplo, la carta que Galán remitió al Rector exponiéndole que el maestro interino de su pueblo, Victoriano Mandado Mediante, quería trasladarse a la provincia de Salamanca, con el fin de que le procurase una escuela de 825 pesetas anuales «para que pueda dar de comer menos malamente a su familia: tiene seis hijos». (Aquello de “pasar más hambre que un maestro de escuela” era tan real como para que Gabriel y Galán abandonara las aulas para vivir mejor de las rentas del campo). Aquel maestro pretendía la plaza de Doñinos, que fue ocupada en propiedad. Unamuno, respondió a la misiva, aconsejándole que aprobara las oposiciones, porque los nombramientos eran competencia del ministro de Instrucción. Él sólo se comprometía a conseguirle otra interinidad.

 

3.- LA CONSAGRACIÓN DEL POETA

Cuando Unamuno acudió al Congreso Hispano Americano de Madrid, ya se sabía el Cristu Benditu de memoria y lo recitó a sus conocidos, entre ellos, el crítico Federico Balart, a quien le gustó sobremanera. Hasta tal punto, que le preguntó a don Miguel si Gabriel y Galán tenía algo más, pues estaba dispuesto a publicarlo en un libro que él mismo prologaría. Pero el poeta no estaba interesado en el mundo editorial y así se lo manifestó a Unamuno. No obstante, se consideraba en deuda con el Rector por su interés y se comprometió a recoger para él los “terminachos, voquibles, decires y giros” de su zona, que le había encargado como material auxiliar para un estudio acerca del origen de las lenguas hispanas.

La culminación de Gabriel y Galán como poeta tuvo lugar en Salamanca el 15 de septiembre 1901 en el Teatro Bretón. Dentro de los Juegos Florales, recibió la Flor Natural por su poesía El Ama, de entre las 247 presentadas, en premio a una de las más bellas de la lengua castellana, que había sido escrita con la aflicción que sentía por la reciente muerte de su madre. La lectura del poema fue realizada por el articulista Ramón Barco. El jurado estuvo presidido por Unamuno, actuando como secretario Mariano Núñez Alegría, fundador del diario El Adelanto y, como mantenedor, el reformista Joaquín Costa. El Ama catapultó su figura y autores del momento, como el Premio Nobel José Echegaray, le elogiaron largamente.

 

4.- EL CONFLICTO ENTRE AMBOS

Los recitales de Gabriel y Galán proliferaron por la geografía hispana con notable éxito. En 1902 viajó a Madrid invitado por el Ateneo y conoció a los poetas de la Corte. Aquello le abrumaba, y más aún la gran ciudad. A la vuelta escribió Regreso, composición en la que definitivamente opta por la vida campestre.

En el mes de octubre de aquel año, Gabriel y Galán cosechó un logro rotundo en Zaragoza, con ocasión de una velada literaria celebrada en el Ateneo Zaragozano. Consecuencia de aquella pública intervención fue el premio y diploma que la ciudad maña le otorgó. Los organizadores enviaron el galardón y la acreditación a Unamuno para que éste se lo entregara a través del Rectorado de Salamanca en un acto con la mayor solemnidad.

Inexplicablemente, Unamuno no atendió al encargo de los zaragozanos, sino que guardó el diploma durante algún tiempo, pasado el cual se lo hizo llegar a Baldomero Gabriel y Galán, el hermano del poeta, entregándoselo sin ningún protocolo, como quien da una carta al cartero: «El Magnífico Rector me envió el mensaje y el diploma por un portero de la Universidad para que yo lo hiciese llegar a mi hermano», se lamentaba Baldomero. Éste lo consideró como una descortesía, tanto para la ciudad de Zaragoza, como para su destinatario, y tomó la decisión de difundir el hecho en la prensa, en parte, influido por el Padre Cámara, obispo de Salamanca, para quien Unamuno no era santo de su devoción.

El prelado vio la ocasión propicia de sacudir el avispero salmantino. Lo tenía guardado después de las sonadas polémicas que mantuvo con el claustro rectoral en 1891 a causa del entierro civil del catedrático de Metafísica y krausista Mariano Arés, el primero que tuvo lugar en Salamanca. Y en 1897, por las enseñanzas deterministas del catedrático penalista Pedro Dorado Montero. El Padre Cámara, había pedido al ministro de Instrucción que le expulsara de la Universidad, azuzado por el sector más conservador que encabezaba Enrique Gil Robles, catedrático de Derecho Político e hijo del escritor berciano Enrique Gil y Carrasco. Unamuno fue uno de los que se opusieron.

Los enemigos del ahora Rector, un grupo compuesto por veintiséis catedráticos, lanzaron duros ataques contra Unamuno en el rotativo salmantino El Lábaro, que se editaba en el Centro Diocesano de Calatrava, patrocinado por el Obispo. Hacía tiempo que el Padre Cámara venía acusándole de hereje y de tratar de descatolizar a la juventud, a lo que el interpelado repetía: “España necesita que la cristianicen, descatolizándola”. Esta vez, alegaban contra él la mala fe con que había querido silenciar los merecimientos de Gabriel y Galán.

Perplejo el poeta, había sido tomado como cabeza de turco de las disputas políticas locales y académicas de Salamanca. En una carta a su amigo Mariano de Santiago Cividanes le confiesa: “Ahora, a cuenta del mensaje de Zaragoza a la Universidad de Salamanca, enviándola mi diploma, ha surgido un lío tan grande entre Unamuno y el Claustro, que yo no sé en qué acabará esto”. Gabriel y Galán se sentía culpable.

El claustro universitario de Salamanca también se mostró ofendido al conocer las circunstancias de lo sucedido e, igualmente, envió una nota de protesta a la prensa, por no haber sido informado por el Rector. El vicerrector convocó un claustro al que Unamuno no fue invitado, en el que veinte profesores firmaron un escrito de desagravio que enviaron a Zaragoza. En todos los círculos de Salamanca la noticia fue recibida con ásperas críticas y comentarios satíricos hacia la persona de don Miguel.

 

5.- LA CARTA EXPIATORIA DE UNAMUNO

Viendo la evolución de los acontecimientos, Unamuno se entrevistó con Baldomero con el objeto de limar asperezas y de que las aguas volvieran a su cauce. Fruto de aquel encuentro fue la carta que Unamuno envió a José María Gabriel y Galán el 14 de enero de 1903, que decía así:

“Ayer estuve y hablé un rato con su hermano. Le supongo a usted enterado por éste de todo, pero no está mal que se lo repita. Recibí con el correo el diploma dentro de un rollo, lo vi y se lo envié a su hermano para que se lo hiciese llegar. Y a cosa de dos meses, cuando no me acordaba de ello, me sorprendió leer en El Lábaro un mensaje de cuya existencia no tenía ni noticia. Y lo que más me dolió, así se lo dije a su hermano, es que pudiera aparecer que yo estuve desatento y descortés. Mas esto ha quedado concluido con lo que hablé ayer con Baldomero y no hay que volver sobre ello.

Claro está que una vez ocurrido lo ocurrido, no era cosa de recoger el diploma, llamarle a usted y hacer una fiesta, que si hiciera falta, yo me prestaría a todo, habría de resultar un agravio mío y satisfacción de bajas pasiones y ruindades de estos mis compañeros, no todos, de Derecho y de Letras. Ahora pretenden tomar a usted de pretexto o pantalla para satisfacer sus resquemores y, lo diré con todas sus letras, sus envidiejas y despechos. Las cosas claras.

De mi cuestión con el claustro, nada debiera decirle. He contestado por mí y ante mí a la ciudad de Zaragoza; primero, porque legalmente yo represento la Universidad y, siempre y en todo caso, responde el Rector a mensajes así; segundo, porque una reunión de claustro, después de lo pasado, sólo serviría para dimes y diretes y desahogo de pasioncillas. Y, tercero, porque tengo confianza en mí mismo y en que sé contestar a esas cosas y dejar bien puesto el nombre de esta escuela.

Creo inútil recordarle el origen de nuestra relación, cómo fui quien primero se fijó en aquella su preciosa poesía El Cristu Benditu y se la fui leyendo a todo el que me la quiso oír, incluso Pereda, y de tanto oírla, me la aprendí de memoria. No aduzco esto para probarle mi leal amistad, de la que usted no duda, sino para justificar mi derecho a manifestarle cuánto siento que haya gente que diga apreciar y admirar a usted y quieran convertirle de poeta en pendón y cabecilla de secta, y hasta tiren a ponerle en ridículo con esas cosas. De esto protesto porque sé que le duele y, por otra parte, me parece cosa graciosísima y chusca conociendo a usted y sabiendo cuan inútil es la labor de esas gentes. Y nada más por hoy. Sabe que de veras le quiere y aprecia en todo lo mucho que vale su labor, su leal y franco, Miguel de Unamuno”. Por su parte, Gabriel y Galán, muy prudente, agradeció a Unamuno que le enviase aquella carta esclarecedora y el rollo con el diploma, considerando el incidente como “discordias chicas”.

 

6.- LA ANHELADA CONCILIACIÓN

Algunos meses después la polémica se iba disipando y, a instancias del ledesmino Cándido Rodríguez Pinilla, Salamanca rindió un homenaje conjunto a Unamuno y a Gabriel y Galán, considerados como “representantes” de las tendencias conservadora y liberal que tantas discordias promovían, sobre todo en los estamentos intelectuales. Desaparecían así los resentimientos y toda posible duda de desavenencia entre tan preclaras personalidades.

El 18 de octubre de 1903, unos doscientos salmantinos se dieron cita en un acto de confraternidad para agasajar a ambos por igual, al que también asistió el padre del poeta, Narciso Gabriel. Acudieron los habituales lectores progresistas del diario El Adelanto y los conservadores de El Lábaro, un acontecimiento que el republicano albense José Sánchez Rojas describió así: “Aquello fue graciosísimo. Cantaron a Galán en progresista, en republicano, en rojo, en todo menos en neo (católicos), y el hombre se dio cuenta de que el peral no puede producir más que peras y que la tolerancia no es fruta que se recoja en los jardines del sectarismo”. La reacción del Obispo no se hizo esperar. Éste de nuevo pidió a Antonio Maura, jefe del gobierno, que trasladaran a Unamuno a otra parte, a lo que Maura le contestó con evasivas.

El poeta aprovechó aquella ocasión para ensalzar la estrecha relación que había y debía existir entre la Universidad y el medio rural. Y, respecto a la amistad que le unía a Unamuno, no dejó resquicio a incertidumbre alguna, brindándole un poema que terminaba diciendo: “Pan de trigo candeal comido en paz entre hermanos. Os llamo sabio en secreto y en público os llamo hermano”.

Parece que de esta manera el conflicto quedaba resuelto. De todos modos, el Rector se salió con la suya: no realizó el acto protocolario para entregarle el galardón, como le pedían los zaragozanos. Siempre quedará la intriga de saber qué le pasó a Unamuno por la cabeza para armar tamaño desaguisado. Quién sabe. En 1905, Gabriel y Galán murió a los 34 años de una pulmonía mal curada. Se cuenta que quisieron darle sepultura en la capilla de la Universidad de Salamanca, junto a fray Luis de León. Los vecinos de Guijo de Granadilla no lo consintieron.

(Foto portada. El poeta José María Gabriel y Galán)

 

 

Miguel de Unamuno

 

Baldomero Gabriel y Galán

 

El Obispo Padre Cámara

 

El desaparecido Teatro Bretón, antes de ser reformado

 

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