El famoso retrato de Miguel de Cervantes es falso
AÚN HOY CONTINÚAN APARECIENDO ARTÍCULOS EN REVISTAS DE HISTORIA EN LAS QUE EL MÁS FAMOSO RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES SE SIGUE PRESENTANDO COMO AUTÉNTICO
Hay que recordar que desde 1948 el retrato de Miguel de Cervantes es considerado apócrifo. Lo declara la Real Academia de la Lengua: “En el salón de actos de la Academia se conserva, desde 1911, un falso retrato de Cervantes, fruto de una donación a la RAE efectuada en la etapa como director de Alejandro Pidal y Mon. Durante algún tiempo, la autoría de la obra se atribuyó erróneamente al pintor Juan de Jaúregui (1583-1641), pero se trata de una falsificación, tal como dejó probado el historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari en su libro ‘La novela ejemplar de los retratos de Cervantes’, publicado en 1948”.
Según Luis Astrana Marín, el retrato data de mediados del siglo XIX, realizado por un pintor anónimo, que se lo atribuyó a Juan de Jáuregui en 1600, cuando éste hubiera tenido diecisiete años. Sin duda, dicho embaucador había leído las Novelas Ejemplares de Cervantes, en las que expresaba su deseo de ser retratado por el pintor Juan de Jáuregui para que la imagen figurara al comienzo de la obra.
Así lo expresaba el autor de El Quijote: “El cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja de este libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato:
Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de felice memoria”.
Pero, pasó el tiempo y su amigo Juan de Jáuregui no aportó el retrato a la impresión de la obra. Cervantes hubo de escribir: “En fin, pues ya esta ocasión se pasó, y yo he quedado en blanco y sin figura, será forzoso valerme por mi pico”. Por tanto, no existe ningún retrato de Miguel de Cervantes, tan sólo su autorretrato, su propia descripción física.