Miguel de Unamuno anunció en 1914 que entraría en Política
EN EL SOFISTICADO ‘CLUB PARISIANA’ DE MADRID, MIGUEL DE UNAMUNO HIZO PÚBLICA SU INTENCIÓN DE ENTRAR EN POLÍTICA TRAS SU CESE COMO RECTOR
1.- Miguel de Unamuno es homenajeado en el ‘Parisiana’ de Madrid
2.- Miguel de Unamuno en el banquete en honor a Pastora Imperio en el ‘Parisiana’
1.- MIGUEL DE UNAMUNO ES HOMENAJEADO EN EL ‘PARISIANA’ DE MADRID
Miguel de Unamuno se lamentaba: “A Madrid le tengo miedo; es decir, me tengo miedo a mí mismo cuando voy allá. Cuando estoy en la Corte, cada noche me retiro a mi casa pesaroso de haber ido a la reunión o tertulia que fui y haciendo propósito de no volver a ella, para reincidir al día siguiente”. Y así era. Raro era el cenáculo de la capital por el que no pasaba, ya fueran distinguidos centros sociales o meros cafés literarios, sobre todo, después de haber sido cesado como Rector de Salamanca. Tenía mucho que contar ante audiencias expectantes.
El sábado 28 de noviembre de 1914, Unamuno había dado una conferencia en la Casa del Pueblo de Madrid titulada El problema agrícola en la provincia de Salamanca, que versaba sobre el desigual reparto de la riqueza rural causado por el latifundismo. Unamuno afirmaba: “Los grandes terratenientes, además de ocultar el valor de los terrenos, defraudando al Estado, esquilman a los colonos, obligándolos a emigrar”. También censuró la forma caciquil de constituir el Parlamento: “Se compone solamente de los ricos, los criados de los ricos, los secretarios de los ricos y los abogados de los ricos”, aseguraba.
Al día siguiente, los socios más jóvenes del Ateneo de Madrid rindieron un homenaje en desagravio a Unamuno y en reconocimiento del éxito obtenido en la conferencia pronunciada el miércoles anterior en el salón de actos del Ateneo de Madrid. Dicha exposición, cuyo título era Lo que ha de ser un Rector, tenía por objeto explicar los supuestos motivos alegados para el cese por el ministro de Instrucción José Bergamín, a quien Unamuno llamaba “el gitano del Perchel”, un barrio hoy en el centro de Málaga, aunque el aludido fuera natural de Ronda. Algunos biógrafos han visto en este calificativo espetado por el Rector una de las tantas reacciones airadas que tuvo durante su vida, impropias de un gran pensador.
La realidad era que Eduardo Dato pretendió que Unamuno fuera como candidato en sus listas del Partido Conservador a las elecciones generales celebradas en 1913, a lo que éste se negó. Una vez que Dato resultó nombrado presidente del consejo de ministros, quiso que todos los Rectores de las Universidades fueran conservadores. En caso contrario, serían cesados bajo cualquier pretexto.
El lugar elegido para agasajar al ex Rector fue el Club Parisiana, un remedo de lo que en 1910 hicieron con Ramiro de Maeztu, cuando pronunció un memorable discurso en la Docta Casa sobre lo pernicioso del caciquismo de las oligarquías gobernantes, al estilo de las disertaciones del regeneracionista Joaquín Costa en 1901. ¿Por qué no en el Parisiana?, que era el lugar más chic de la ciudad, en la zona de Moncloa, el de moda entre las élites sociales. Además, Unamuno siempre estuvo a vueltas con Maeztu. Hubiera sido un logro conseguir una mayor asistencia de público que él en el mismo sitio. Pero, no lo consiguió, pues mientras al primero concurrieron ciento cincuenta comensales, al segundo sólo llegaron a cien, en parte debido al tiempo tan desapacible de aquel día.
La mesa de cabecera estuvo compuesta, además del homenajeado, por Marcelino Domingo, diputado por Barcelona; Pedro Corominas, diputado por Tortosa, el catedrático de Medicina Hipólito Rodríguez-Pinilla, el ateneísta Emilio del Villar y el filósofo José Ortega y Gasset.
En los postres tomó la palabra el ateneísta Salvador de Madariaga, que explicó lo ocurrido en la Universidad de Salamanca por la mala acción del ministro Bergamín, a cuyo gobierno le molestaba la intelectualidad. A continuación, le siguieron Marcelino Domingo, Pedro Corominas, Rodríguez-Pinilla, que ensalzó la labor de Unamuno durante los cinco años que estuvo a su lado en la Universidad de Salamanca, el ateneísta Emilio del Villar, Ortega y Gasset y el abogado Juan García Sánchez, antiguo discípulo de Unamuno, que destacó su labor cultural en la ciudad de Béjar. Posteriormente, se dio lectura a las adhesiones recibidas, entre las que se encontraban las de Azorín, el poeta Pedro de Répide, el escritor Victoriano García Martí, el pintor Aureliano de Beruete, el traductor Luis Marco y el Sr. Cascón, presidente del Casino de Béjar.
El evento finalizó con las esperadas palabras de Miguel de Unamuno, que hizo una exaltación de la juventud que mantiene la lucha por sus ideales, aunque sea áspera y dura. Tras criticar el dirigismo de los Partidos, dejó algunas frases esclarecedoras del momento en que Unamuno se hallaba: “No me inspira confianza el Parlamento, porque en él se vive en plena farsa y en plena mentira”, dijo. Y añadió: “No empecé de político, pero acabaré siéndolo, porque hay que hacer patria y humanidad frente a los que sólo miran al pasado y a los muertos”. Era la primera vez que Unamuno mostraba en público su intención de entrar en la Política. El detonante había sido la citada abrupta destitución recibida como Rector de la Universidad de Salamanca.
Cinco veces intentó conseguir el escaño de diputado en el Congreso, obteniendo el acta sólo en una de ellas por la Coalición Republicano-Socialista. Y la duración de su su legislatura fue muy corta, desde el 28 de junio de 1931 hasta el 19 de noviembre de 1933, prácticamente, dos años.
2.- MIGUEL DE UNAMUNO EN EL BANQUETE EN HONOR A PASTORA IMPERIO EN EL ‘PARISIANA’
La bailaora Pastora Imperio se consagró con una obra de danza netamente andaluza, El Amor Brujo, que llevaba el subtítulo Gitanería, con partitura del maestro Manuel de Falla, libreto de Gregorio Martínez Sierra y el maestro Moreno Torroba al piano, que se estrenó el día 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara de Madrid, gracias a Jacinto Benavente.
El Amor Brujo situaba a la artista en lo más alto de su carrera, que había comenzado en 1900 con la compañía Varietés en el Teatro Japonés de la calle Alcalá 36, a la edad de trece años, junto a una compañera llamada Domedel, que se hacía pasar por su hermana mayor. Actuó en Paris y recorrió países como Cuba, México y Argentina. Además, cumplía con todos los tópicos hispanos al casarse en 1911 con un famoso torero, Rafael Gómez El Gallo, un gallo que salió como el de Morón. El matrimonio duró sólo un año. Había dado el apellido a su hija Rosario que, en realidad, lo era de Fernando de Borbón y Madán, primo del Rey Alfonso XIII.
Todo eran alabanzas para Pastora Imperio. Jacinto Benavente había escrito en El Imparcial que la estrella era “la escultura de una hoguera”, haciendo una metáfora de su papel en El Amor Brujo. Según Ramón Pérez de Ayala, Pastora constituía un símbolo de la raza, la Dama de Elche viviente. Y Mariano Benlliure la había tomado como modelo para su escultura La Bailaora, que el bejarano Blázquez de Pedro trató de que fuera adquirida por la Republica de Panamá. Por su parte, los hermanos Álvarez Quintero dedicaron a la artista un soneto que fue publicado en la revista Blanco y Negro. Y Julio Romero de Torres, tras pintarla varias veces, la incluyó en su renombrada obra La Consagración de la Copla.
Aquel éxito sin parangón hizo que un variopinto grupo de amigos que iban desde Felipe Trigo, autor en alza en la novela erótica, hasta el circunspecto Miguel de Unamuno, organizaran el 30 de abril de 1915 un gran homenaje a Pastora Imperio para festejar su merecido logro. El restaurante elegido sería de nuevo el mejor de Madrid, el Club Parisiana. Al almuerzo asistió un público muy numeroso, que incluía a los artistas del estreno en el Teatro Lara y los del Teatro de la Zarzuela, donde Manuel Falla había obtenido el premio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con La Vida Breve.
A Rafael Cansinos le tocó estar sentado durante el banquete junto a los dos polos opuestos. A su lado, el erótico Felipe Trigo; enfrente, el grave don Miguel de Unamuno. Trigo aseguraba que sus novelas eran muy leídas sobre todo por las mujeres, que son las que dan fama a los escritores. Le preguntaron por sus admiradoras, a lo que respondió: “Sí, tengo un montón de admiradoras y recibo todos los días un montón de cartas femeninas”. El autor alardeaba de ser partidario del amor libre. Pero, daba evasivas ante el supuesto de que las ideas le sobrepasaran a uno. Tal fue el caso que tres años antes le ocurrió a él mismo. Siguiendo sus teorías, una de sus hijas se escapó con un americano. En tal circunstancia, el padre corrió tras los dos fugados, los alcanzó en Granada y volvió a Madrid con ellos casados.
En el otro lado de la balanza, Unamuno acaparaba la atención de los asistentes por los embrollos que contaba sobre el rey Alfonso XIII y su madre alemana, pero que apenas oían por la ruidosa sinfonía de platos y cucharas. Cansinos describe su atuendo en tan importante festejo: “A lo pastor protestante, chaleco cerrado hasta arriba, sin tirilla ni corbata, chaleca enlevitada, siempre de negro, sus barbas, su cara dura de vasco, a la que los lentes redondos dan un aire de búho, de búho minervino”. Como vemos, vestía su habitual traje de entretiempo, como todo el año.
Pastora Imperio llegó tarde. Apareció una vez comenzado el banquete, siendo recibida por los comensales con estruendosos aplausos. En los brindis, el libretista Martínez Sierra leyó un fino Romance de Gracias y, seguidamente, en medio de un profundo silencio, la homenajeada se levantó y dio las gracias, pero añadió que no hablaba nada más, porque a ella “se le traba la lengua y sólo sabe hablar con los pies”. En el éxtasis del palmoteo, Diego López Moya, redactor del diario La Época y autor de la obra Pastora Imperio. Libro de Intimidades, con la sinceridad que caracteriza a quien anda subido de vino, se acercó a su amigo Cansinos y le dijo al oído: «¡Qué vergüenza!»
(Portada. Club Parisiana. Madrid)
Miguel de Unamuno. 1914. (Casa Museo Unamuno)
Unamuno en el ‘Parisiana’ (CMU)
Club Parisiana. Madrid (CCMM)
Pastora Imperio en su debut
Pastora Imperio
Pastora Imperio con el maestro Manuel de Falla
Pastora Imperio. José Villegas Cordero