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Miguel de Unamuno, aliadófilo en la I Guerra Mundial

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Miguel de Unamuno, aliadófilo en la I Guerra Mundial

 

 

MIGUEL DE UNAMUNO FUE INJUSTAMENTE CESADO COMO RECTOR. A PARTIR DE ENTONCES, SE DECLARÓ ANTIMONÁRQUICO Y COMENZÓ SU PARTICULAR LUCHA CONTRA EL REY

 

 

1.- Miguel de Unamuno, cesado como Rector

2.- Unamuno, aliadófilo

3.- Eco en la prensa hispanoamericana

4.- La guerra entre bastidores: las chispas que saltan

5.- Unamuno en las páginas de sucesos

 

 

1.- MIGUEL DE UNAMUNO, CESADO COMO RECTOR

El 28 de julio de 1914 comenzó la I Guerra Mundial. Un mes después, el 20 de agosto de ese año, el ministro de Instrucción Pública, Francisco Bergamín cesa a Miguel de Unamuno como Rector de la Universidad de Salamanca. A partir de ese momento, Unamuno pasa al enfrentamiento político con el Rey. Durante varios años, las dos guerras fueron paralelas y su particular conflicto no cesó hasta la caída del monarca.

Aquel cese constituyó una tropelía, un acto injusto e injustificado. Fue el resultado de la represalia gubernamental por el rechazo del Rector a presentarse a las elecciones generales por el Partido Conservador del Conde de Romanones. El pretexto aducido por Bergamín fue que el año anterior Unamuno había la convalidado de forma irregular el título de bachiller de los estudiantes, José Casas Manrique y Domingo Nicolás Nazabal, uno colombiano y el otro cubano. Unamuno adujo que estaba amparado por la existencia de sendos convenios de reconocimiento recíproco con sus países. Pero, la alegación no fue admitida por el gobierno que presidía Eduardo Dato.

 

2.- UNAMUNO, ALIADÓFILO

Unamuno comenzó una campaña contra el Rey y en especial contra su madre, la alemana María Cristina de Habsburgo, a la que culpaba de las decisiones de su hijo, como la de que España se hubiera mantenido neutral en la Gran Guerra, no perteneciendo al eje aliado en el que estaban países como Francia, Reino Unido, Portugal o Italia frente a Alemania.

Lo primero que hizo el ex Rector fue dar en el Ateneo de Madrid la sonada conferencia Lo que debe ser un Rector, para defenderse de las acusaciones de irregularidades administrativas de que fue imputado. Para ello, hubo de vencer los obstáculos que ponía el presidente de la Docta Casa, el conservador Rafael María de Labra, valiéndose de la ayuda de Manuel Azaña, secretario de la institución y amigo de conveniencia en aquellos años.

También se prodigó por la prensa nacional e internacional, escribiendo artículos como el titulado ¡Venga la Guerra! en la revista Nuevo Mundo en el que apostaba por su posición aliadófila, estimando que la guerra era el mejor medio de salir de la mediocridad y del escaso sentimiento nacional en que se encontraba España. Asistió a numerosos banquetes y homenajes de desagravio en los que calificaba a los germanófilos como “trogloditas” y “caverna del tradicionalismo español”.

En febrero de 1917, se creó la Liga Antigermanófila que aglutinaba a todos los lideres republicanos, encabezados por Manuel Azaña, a la que se unió Unamuno. Azaña pronunció una conferencia en el Ateneo en la que achacó la neutralidad española a las grandes carencias de que adolecía el ejército. Y más adelante encabezó una comisión para comprobar in situ la evolución de la Guerra en la frontera austro-italiana y visitar Padua en compañía de Unamuno, Luis Bello, Américo Castro, y Santiago Rusiñol. En el cuartel general de Undine se entrevistaron con el comandante en jefe de las tropas italianas, Luigi Cadorna, que les proporcionó abundante información.

Por su parte, cuando Unamuno se hallaba en la cima de la popularidad por la repercusión internacional de su cese, participó en el gran mitin aliadófilo que tuvo lugar el 27 de mayo de 1917 en la plaza de Las Ventas, junto a personajes destacados del republicanismo español como Luis Simarro, Melquiades Álvarez, Alejandro Lerroux o Roberto Castrovido, pronunciando el discurso más vehemente de su vida. Y añora en la prensa el régimen republicano que había nacido en Portugal en 1910. Escribe en el diario España: “El Portugal republicano se convirtió en un peligro para el régimen anticonstitucional en que está cayendo España. Era un ejemplo y una advertencia. Era un reproche”.

 

3.- ECO EN LA PRENSA DE HISPANOAMÉRICA

El enfrentamiento en España entre aliadófilos y germanófilos y el ardor con que actuaba Miguel de Unamuno eran muy seguidos por la opinión pública de Hispanoamérica. Los intelectuales españoles del momento enviaban artículos a los periódicos del otro lado del Atlántico mostrando sus implacables opiniones.

El 19 de diciembre de 1917, Unamuno escribía en el Nuevo Mundo de Buenos Aires: “El régimen imperialista ha sido no tiránico, sino corruptor. La táctica de los cancilleres alemanes desde el maquiavélico Bismarck, ha sido dividir, corromper, desorganizar a los partidos y fabricarse mayorías dóciles”. Y expresaba lo mismo en la esfera privada. A su amigo Jacques Chevalier le escribe: “El actual imperio germánico, antidemocrático y corruptor, es algo tan terrible como el imperio napoleónico francés”.

El 30 de julio de dicho año, un español homónimo del ex Rector, Miguel Unamuno, un vendedor de armas de Éibar establecido en Buenos Aires, escribe a don Miguel de Unamuno y le cuenta el apasionamiento con que los emigrantes vivían en Argentina la situación bélica europea: “Le voy a explicar un caso que con un cliente mío y del mismo pueblo que yo, que vive en la campaña de esta República, me sucedió hace un mes aproximadamente. Después de salir del teatro y acudir a un café como es costumbre, la conversación versó sobre el tema de la guerra y, acto seguido, dicho Sr. comenzó a disparatar echando pestes por los aliados, a quien, después de mucha paciencia escuchándole, le interrumpí para decirle que el 80 por ciento de la intelectualidad española era aliadófila y lo mismo sucedía con los habitantes de nuestro pueblo, a lo que contestó que mataría a todos, a lo que le insinué: ¿Incluso a tu madre? También, díjome”.

 

4.- LA GUERRA ENTRE BASTIDORES: LAS CHISPAS QUE SALTAN

La Gran Guerra se traducía en pendencias en la calle, en los restaurantes y allí donde coincidían germanófilos y aliadófilos. Eso es lo que ocurrió el 22 de diciembre de 1917 cuando en el Restaurante Casersa, que estaba situado en la calle Conde Peñalver 19 de Madrid, coincidieron dos banquetes, que en principio se presentaban como festivos por las Navidades. Se homenajeaba a Unamuno y a Rafael Cansinos. Al primero, como aliadófilo destacado, por la intensa actividad que aquel año había llevado a cabo en contra de la política de neutralidad. Al segundo, con motivo de la publicación de los dos primeros tomos de su obra crítica La Nueva Literatura, que se vería completada diez años después con otros dos.

El grupo de amigos de Unamuno estaba compuesto principalmente por unos setenta socios del Ateneo de Madrid, entusiasmados por sus discursos en la Docta Casa. Por su parte, el de Cansinos estaba formado por unos cien parroquianos de diferentes tertulias, como El Colonial, La Pecera y Café Pombo, entre los que se contaban conocidos personajes como Francisco de Torres, Ramón Gómez de la Serna, Carmen de Burgos, Ramón Goy de Silva, Manuel Serrán, González Olmedilla, el editor de la obra, Manuel Palomeque y José San Germán Ocaña que leyó numerosas adhesiones de quienes no pudieron asistir, entre ellos, Antonio Machado.

Se dio la circunstancia de que cuando el grupo de Unamuno ya estaba en el momento de los brindis y el destituido Rector se encontraba en el uso de la palabra para los agradecimientos, el de Cansinos acababa de comenzar en medio de una gran algarabía, como si se tratara de una boda, en la que Ramón Goy de Silva recibía efusivas felicitaciones por haber ganado el concurso de cuentos de El Liberal.

Los comensales que acompañaban a Unamuno lo tomaron como una descortesía porque no oían el discurso del homenajeado y trataron de imponer silencio a los otros. El poeta González Olmedilla propuso a los amigos de Cansinos que todos firmaran en un tarjetón del menú su adhesión a don Miguel. Sin embargo, Jaime Nadal Biedman, comerciante conservador y germanófilo protestó enérgicamente porque se trataba de una manifestación aliadófila, y la política no se debía mezclar con la Literatura. Olmedilla insiste que, al menos, debían levantarse para ir a saludar a Unamuno. Pero, Manuel Machado se niega a interrumpir el acto.

Ángel Galarza Gago, un ateneísta de ascendencia zamorana que llegó a Fiscal General de la República, y el poeta Ramón Goy de Silva comenzaron a lanzarse indirectas. El salón se convirtió en un campo de batalla en el que volaron panecillos, botellas y todo lo que estuviera a mano. San Germán, Serrán y Barriobero se convirtieron en inusitados boxeadores. Los más beligerantes eran los mencionados Galarza Gago y Goy de Silva, entre los que había asuntos personales pendientes.

En medio de la escaramuza, Unamuno intentó apaciguar los ánimos y trato de acercarse a la mesa de Rafael Cansinos para dar por zanjado el asunto. Pero, no lo consigue. Cuando ya estaban a punto de darse un abrazo, San Germán puso una silla por medio para impedirlo y hubo de desistir.

En ese momento, en el local entró una tromba de guardias de seguridad llamados por el propietario, creando un mayor alboroto a cintarazos. Barriobero y Serrán trataron de que no les atizaran diciéndoles que uno era diputado y el otro concejal. Viendo la que había montada, Unamuno abandonó el restaurante. Al percatarse, Ramón Gómez de la Serna y sus pombianos también se marcharon. Más tarde escribió: “Unamuno se retiró cuando empezó el barullo. No por desafección a Cansinos, sino por considerar que sus amigos eran de inferior calidad”.

 

5.- UNAMUNO EN LAS PÁGINAS DE SUCESOS

Al día siguiente, Unamuno pronunció una conferencia en la Casa del Pueblo, presentándole el doctor en Filosofía Manuel Núñez de Arenas diciéndole: “Estos aplausos son un corolario de desagravio del acto realizado anoche por un grupo de intelectuales en el banquete del Casersa”. Según el diario La Acción, “Rafael Cansinos Assens no se inmutó por nada”. De hecho, una vez que se hubieron marchado el grupo de Unamuno y los guardias, Barriobero y Orriols continuaron leyendo poesías y Cansinos dio por finalizada la cena pronunciando un canto a la paz y a la fraternidad.

La prensa incluyó aquel incidente en sus páginas de sucesos. El periódico La Correspondencia de España daba su particular versión de lo que aconteció: “Boxeo, greco-romana, sillas, fuentes, botellas, raudales de sangre, miembros esparcidos… Guardias de seguridad requeridos por el dueño del establecimiento irrumpieron en el local, mandoble en mano y a tajos y a cintarazos contribuyeron al desconcierto. Tan arrebatado y épico fue el comportamiento de uno de estos procelosos legionarios que, sablazo va, sablazo viene, logró hacer trizas su propio capote… Calmados los ánimos, se pactó un armisticio y durante él habló, al fin, brevemente, el señor Unamuno… Una vez retirado del local don Miguel de Unamuno, reanúdose la batalla con nuevos bríos. Tan sangrienta fue la refriega, que todavía los asistentes de ambos banquetes se maravillaban de encontrarse sanos y salvos, sin haber tenido que deplorar ninguna baja”, comentaba sarcásticamente el diario. Y terminaba diciendo: “A consecuencia de la trifulca se ha concertado un lance personal entre el ateneísta Ángel Galarza y el poeta Goy de Silva”. En realidad, quedaron en la calle para despedirse sin prisas y acorde a las circunstancias.

El asunto pasó nuestras fronteras y, con mayor ponderación, el 25 de diciembre de 1917, el diario La Nación de Santiago de Chile decía: “Banquetes que terminan en desorden. Los admiradores de Miguel de Unamuno y los del literato Casinos les ofrecieron, simultáneamente, un banquete en el mismo restaurant. Los admiradores don Miguel de Unamuno, al comenzar éste su discurso, suplicaron a los comensales del otro banquete guardar silencio por un momento. A causa de la negativa de los comensales vecinos, se produjo un grave incidente, en que menudearon insultos y hubo no pocos golpes. La intervención oportuna de la policía logró calmar los ánimos. Como consecuencia de este desorden, quedó planteada una cuestión personal entre el ateneísta Ángel Galarza y el poeta Goy de Silva”.

(Foto portada. Miguel de Unamuno. Casa Museo Unamuno)

 

 

Miguel de Unamuno. Mitin de 18 de mayo de 1917 en Las Ventas (CMU)

 

Mitin en Las Ventas (CMU)

 

 Visita al frente de la Gran Guerra Europea de Manuel Azaña, acompañado por Luis Bello, Américo Castro, Santiago Rusiñol, Miguel de Unamuno y dos oficiales italianos. Padua. 1917. (CMU)

 

Miguel de Unamuno en la visita el frente. (CMU)

 

Se entrevistaron con el mariscal de campo italiano Luigi Cadorna

 

Carta del emigrante argentino Miguel Unamuno a don Miguel de Unamuno

 

Rafael Cansinos Assens

 

José San Germán Ocaña

 

Ramón Gómez de la Serna

 

Manuel Machado

 

Ángel Galarza Gago

 

Goy de Silva

 

 

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