Salamanca en la poesía del exilio de Miguel de Unamuno
MIGUEL DE UNAMUNO RECOGIÓ EN EL ‘CANCIONERO’, SU OBRA MÁS INTIMISTA, SUS PERCEPCIONES SOBRE CIUDADADES, PUEBLOS Y PAISAJES DE ESPAÑA
1.- La poesía de Miguel de Unamuno
2.- Salamanca, desde Hendaya
1.- LA POESÍA DE MIGUEL DE UNAMUNO
En 1928, Jorge Guillén visitó a don Miguel de Unamuno en su exilio de Hendaya. Resultado de aquel encuentro fue el regalo que el poeta vallisoletano le hizo de su Cántico, acompañado de una dedicatoria: “A Don Miguel de Unamuno, Patriarca de la poesía española de hoy, Patriarca de España, Poeta siempre Con la profunda admiración y la adhesión ferviente de Jorge Guillén”.
Al año siguiente, Unamuno le contestó diciéndole que ya había leído su Cántico, ejemplar que hoy guarda la Casa Museo Unamuno de Salamanca: «Cuando nos vimos aquí, mis canciones eran unas trescientas sesenta; ahora llego a la 580. Con esto de la nieve bonancible y al arrimo de su Cántico, soltaré la 581… Además, del Cancionero, que usted vio en parte, querría sacar de él y de mis otras guirnaldas poéticas, cantos a ciudades y villas, y recogerlos en un tomo con sendos dibujos, que haría yo mismo”. Salamanca sería una de esas ciudades en el recuerdo del poeta en el exilio.
Para parte de la crítica, la mayoría de los poemas cortos de Unamuno sobre lugares y paisajes carecen de poso. Algunos fueron escritos mientras viajaba en tren y los dejaba sin pulimento, porque su pretensión esencial era eternizar aquel momento, y que eterna fuera su vida con la suma de todos esos instantes.
José García López, catedrático de Griego como Unamuno, reseñaba así la poesía del Rector: “A pesar de las deficiencias técnicas de su verso, Unamuno es uno de los grandes líricos de nuestro siglo… La forma suele ser dura, casi siempre de escasa musicalidad; pero la riqueza de las ideas y más aún la vibración de los poemas, pues en éstos pensamiento y emoción se hallan íntimamente unidos, compensan con creces la ausencia de halagos formales. Afirmaba Unamuno que ‘la poesía es algo que no es música’ y que ‘el arte no se propone sino la eternización de la momentaneidad’; por eso, no persigue aquí efectos de color o de sonoridad, sino perpetuar en forma rimada una experiencia lírica suscitada por un paisaje, por un sentimiento, por una idea”.
(Foto. Miguel de Unamuno en La Flecha. CMU)
2.- SALAMANCA, DESDE HENDAYA
¡Ay, que en estas negras noches
Salamanca, Salamanca,
viene a visitarme en sueños
la vida que di a mi España!
Que en las noches del destierro,
Salamanca,
me pueblan las soledades
las vergüenzas que ahí se pasan.
Que aquí está mi fortaleza,
Salamanca,
pero… no, nada de pero,
la libertad en mi casa.
Y es libertad el destierro,
Salamanca,
hasta mejor en mazmorra
que en estrado con mordaza.
En el desierto doy voces,
Salamanca,
oyen las piedras piadosas
y hasta el cielo me levantan.
Justicia y verdad son uno,
Salamanca,
Dios lo quiere, Dios lo quiere,
su voluntad es mi casa.
Doy al César lo del César,
Salamanca,
y a Dios la verdad-justicia
que es patrimonio del alma.
Por mucho que el pecho añore,
Salamanca,
el aire claro de Gredos
que hace corazón a España
la verdad-justicia pide,
Salamanca,
la libertad del destierro
aire del alma enjaulada.
Te llevo en mí con mi vida,
Salamanca,
y el aire claro de Gredos
dejó en mí verdad de España.
«Salamanca enseña», dice,
Salamanca,
la enseña con que tu Escuela
hace de verdades gala.
Del Almanzor en la cumbre,
Salamanca,
aprendí verdad-justicia
que es religión de la patria.
Hendaya, 1927.