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Las Ferias del Libro. Aspectos inadvertidos de los escritores

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Las Ferias del Libro. Aspectos inadvertidos de los escritores

 

 

CADA AÑO LOS LECTORES PUEDEN CONOCER PERSONALMENTE A SUS ESCRITORES PREFERIDOS Y CONVERSAR CON ELLOS EN LAS CASETAS DE LAS FERIAS DE LIBROS

 

 

1.- Las Ferias del Libro

2.- El escritor se convierte en actor

3.- El escritor termina asumiendo lo que los demás dicen de él

4.- El lector se convierte en espectador

 

 

1.- LAS FERIAS DEL LIBRO

En cualquier momento del día hay más escritores escribiendo que lectores leyendo. Sin poder dar salida a tantas creaciones literarias, el mundo editorial se convierte en una gran olla a presión, que consigue relajarse cuando la espita se abre con ocasión de las Ferias del Libro. Son momentos en que los libros inertes de las estanterías de las librerías recobran vida en la calle, en las casetas, cuando el potencial lector primero ojea, luego los hojea y, finalmente los compra.

Se tiene noticia de la primera Feria a través de la comedia Las Ferias de Madrid de Lope de Vega, publicada en 1609. Y en tiempo modernos, la Feria de Madrid fue institucionalizada durante la República. En 1933, y en los años posteriores, quedó instalada en el Paseo de Recoletos, hasta su actual ubicación del Parque del Retiro. A partir de entonces, se considera que la de Madrid es el principal escaparate del país.

Estos acontecimientos festivos tienen una especial importancia para los escritores noveles, quienes puede exponer directamente sus obras a los lectores para darse a conocer. Son la plataforma perfecta para que entre ellos se entable un diálogo que termine en la lectura como fin último de la cadena productiva.

Las Ferias son una fuente de oportunidades para esos autores primerizos. Después de pasar por la primera caseta, tratan de acudir a otros eventos y hacen bolos hasta convertirse en profesionales de la escritura. Más tarde, les gustará encontrarse con los compañeros de letras y cambiar impresiones. Pero, cada vez, con menor frecuencia, porque su presencia deja de ser necesaria en las Ferias. Nadie mejor para explicar los motivos que un experto escritor, el académico José María Merino.

 

2.- EL ESCRITOR SE CONVIERTE EN ACTOR

“Sin embargo, y al margen de los posibles buenos ratos de que pueda disfrutar el escritor, en los bolos hay algunos aspectos que, a mi entender, pueden resultar bastantes negativos, y que tienen que ver con las servidumbres propias de espectáculo. Para empezar, creo que tal tipo de intervenciones tiende a la histrionización del escritor, a su transformación en un actor que, al no serlo profesionalmente, puede resultar un impostor.

A fuerza de repetir siempre más o menos lo mismo, pues el escritor de ficción suele presentarse en tales actos para hablar de su propia obra, con el pretexto natural y legítimo, de que no es un teórico, sino un creador de literatura, al que no se le debe pedir que formule análisis generales. Salvo en casos muy señalado y excepcionales, el escritor termina aprendiéndose el papel de escritor que ha querido componer y hasta creyéndoselo, olvidando que lo más importante que puede decir un autor sobre su trabajo está, precisamente, en su trabajo mismo. Hasta se puede dar el caso de que el panorama en que el autor presenta de su propia obra sea una pura ficción que no tenga nada que ver con la naturaleza verdadera y profunda de aquella.

Y es que, a la hora de arropar con justificaciones teóricas y aproximaciones estéticas una obra literaria, tan errado puede estar el propio autor como alguno de esos estudiosos que tan a menudo nos asombran con análisis pretendidamente iluminadores de las obras criticadas, que lo que hacen realmente es instrumentalizarlas, o depredarlas, para construir un monumento teórico que sólo se exalta a sí mismo”.

 

3.- EL ESCRITOR TERMINA ASUMIENDO LO QUE LOS DEMÁS DICEN DE ÉL

“Otro aspecto que puede ser negativo es el de la tendencia a la construcción de un “discurso común” por el hecho de haber ido incorporando aportaciones ajenas en esa alegre secuencia verbal de coloquios y mesas redondas en el que los autores suelen ir coincidiendo con otros colegas. Uno me sorprendió una vez explicando su vida y su obra a través de una referencia alfabética. Pero a estas alturas ya he asistido a varias presentaciones similares realizadas por otros escritores, como he asistido a la autopresentación, repetida en escritores diversos, por medio de cuidadas e irónicas letanías sobre las razones para escribir o las razones para no hacerlo.

Ya es imposible saber quién formuló por primera vez determinadas aproximaciones históricas al momento en que vivimos, que se han convertido en curiosos axiomas y anécdotas que nos parecieron personalísimas. Y sinceramente expuestas aparecen en la boca de sucesivos autores en una actitud irreprochable de sincera confesión personal”.

 

4.- EL LECTOR SE CONVIERTE EN ESPECTADOR

“Lo más inquietante es que si los bolos se convierten en un espectáculo, pueden servir de perversa sustitución de los libros del autor por su mera presencia física. El roquero famoso o la soprano ilustre que actúa frente al público, aparte de cosechar una pingüe taquilla, promociona la venta de sus melodías. Dejando aparte el asunto de la taquilla, no estoy seguro de que al modelo se puede aplicar al caso del escritor y sus libros.

Entre el autor y el lector, el vehículo de comunicación ha sido el libro. No hacía falta que el lector y el autor se hablasen ni se viesen, e incluso se debería pensar que no deberían hacerlo, en cuanto que se aceptaba que el mensaje del autor, exacto y concreto, estaba en su libro, que el lector recibía, matizaba e incluso modificaba mediante la lectura, Por eso sorprende que, en un mundo donde el acto de la lectura se está haciendo más raro, haya cada vez mayor presencia de autores que hablan de su obra.

Un producto esperpéntico de tal tipo de presencia del autor podría ser la aparición de un nuevo lector aparente, un no-lector que se considera lector por el hecho de haber escuchado al autor hablar de su obra, e incluso por haberle interpelado. Tal sustitución del libro por el autor y del lector por el espectador sería un resultado paradójico de lo que, sin embargo, se plantea como un estímulo para la lectura. Aunque, pensándolo bien, sería también avanzar un paso sobre ese otro tipo de lector aparente que se conforma con leer las solapas, las contracubiertas de los libros o las gacetillas críticas en los suplementos literarios de los periódicos”.

 

 

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