El hierro de toros de lidia más antiguo está en México
LA GANADERÍA CON EL HIERRO ‘ATENCO’ FUE LLEVADA A MÉXICO EN 1512 POR JUAN GUTIÉRREZ ALTAMIRANO, NATURAL DE PARADINAS DE SAN JUAN (SALAMANCA)
El legado de España en México resulta patente. La Plaza de Toros de la capital mexicana es la mayor del mundo, con una capacidad de casi medio millón de espectadores, muy por encima de la Plaza de Las Ventas de Madrid o La Maestranza de Sevilla. Dicho aforo se corresponde con la inusitada afición que en aquel país existe por las corridas de toros, que nace con los inicios de la presencia española. El propio Cristóbal Colón relata que en el segundo de sus viajes lleva numerosos animales, como cerdos, ovejas, perros, gallinas… y con ellos, vacas y toros.
Las primeras noticias que se tienen de festejos taurinos en México datan del año 1526, en que Hernán Cortés escribe al emperador Carlos V y le relata que “se corrieron ciertos toros el día de San Juan”, hecho que también recoge el cronista López de Gómara en su Historia General de Indias. Ese mismo año, Cortés se desvela como uno de los primeros ganaderos de América en una carta que envía a su padre Martín Cortés hablándole de sus nuevas posesiones, entre las que menciona ganados de vacas, ovejas y cerdos.
La primera ganadería de toros bravos fue llevada a México por el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, natural de Paradinas de San Juan (Salamanca), que era primo de Hernán Cortés y estaba casado con Juana Pizarro. Dado que la madre de Cortés se apellidaba Pizarro, se puede apreciar la cercana relación existente entre esas primeras familias asentadas en América.
Altamirano, que ya había obtenido de su primo el pueblo de Calimaya en repartimiento, adquirió tierras en el valle de Toluca para el establecimiento de una ganadería de toros bravos, de acuerdo con el encargo recibido de Cortés y la expresa licencia concedida por Carlos V. Así, se considera el día 19 de noviembre de 1528 como la fecha del nacimiento de la nueva ganadería en el lugar de Atenco, que sigue llevando el mismo nombre y aún hoy mantiene como denominación.
El Emperador también autorizó a Altamirano el transporte de doce parejas de reses bravas desde Navarra. Era un tipo de toro que desde tiempo inmemorial se criaba salvaje en las riberas del Ebro, que se fue haciendo cada vez más indómito y fiero. Una vez en México fue cruzado con la raza criolla semi salvaje allí existente, que Hernán Cortés había llevado desde las Antillas hasta la costa de Veracruz. Altamirano destinó a la explotación el mencionado terreno fértil de Atenco, que en lengua náhuatl significa “junto al río”, en este caso, el río y la laguna Lerma, que proporciona agua abundante.
Los vecinos de Paradinas de San Juan ya apenas guardan memoria de Juan Gutiérrez Altamirano, albacea y administrador de Hernán Cortés. No obstante, en su iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, existe una capilla, la de San Bartolomé, levantada por los condes de Altamirano donde están enterrados.
Con ello, no se dice que anteriormente no existieran ganaderías de toros bravos en España, sino que, de los hierros actuales, el más antiguo es el mexicano, más allá de otros españoles como Aleas, José Vázquez o Raso de Portillo. Éste último, de Valladolid, corresponde a un ganado secular, la raza morucha castellana, que no llegó a tener un propietario acreditado hasta el siglo XVIII, sino que era poseído en régimen comunal por los vecinos de varios pueblos sin un encaste claro.
(Foto portada. Corrida en Veracruz. Antonio Navarrete Trejo)
Llegada de toros bravos a Veracruz. (Antonio Navarrete Trejo)
Hierro de la ganadería Atenco
Plaza de Toros de México