La Intrahistoria en Miguel de Unamuno y José Jiménez Lozano
PARA UNAMUNO LA INTRAHISTORIA ALUDE A LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS. HOY SE CONFUNDE CON LA COTIDIANEIDAD, CON LOS QUEHACERES DE LA VIDA ORDINARIA
1.- La Intrahistoria
2.- Miguel de Unamuno
3.- José Jiménez Lozano
1.- LA INTRAHISTORIA
Miguel de Unamuno definió la Intrahistoria en su obra En torno al Casticismo al decir: “Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que, como las madréporas suboceánicas, echa las bases sobre las que se alzan los islotes de la Historia”. Y La Real Academia Española redefine y simplifica esa voz creada por Unamuno: “Vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible”.
El Rector utilizó frecuentemente la narración intrahistórica en sus artículos de prensa, sobre todo, en los de viajes. En general, la Generación del 98 se valió de la intrahistoria para describir la España real, que apreciaban con sus propios ojos, frente a la España oficial que aparecía en los titulares de los periódicos. Para ellos, la Historia no sólo debería interesarse por los grandes hechos de los reyes y gobernantes, sino también por los eventos sociales protagonizados por el pueblo, secularmente olvidado o marginado: agricultores, pastores, posaderos…
Unamuno lo muestra en sus diarios, la descripción de la serenidad del campo frente al tráfago de las ciudades. Así se aprecia en los capítulos de su libro Visiones y Andanzas Españolas: De vuelta a la cumbre, El silencio de la cima, Junto a las Rías Bajas. En la quietud de la pequeña vieja ciudad, En la Peña de Francia. En la calma de Mallorca…
En los tiempos actuales la intrahistoria forma parte de la novela, como en el caso de Miguel Delibes o de José Jiménez Lozano, adoptando un concepto sustitutivo: la cotidianeidad, todo aquello que se refiere a la vida colectiva y anónima de las personas. Son autores que reflejan los avatares de la sociedad en sus aspectos más comunes, en los quehaceres de las gentes del pueblo.
Reflejamos dos fragmentos de Unamuno y de Jiménez Lozano. Para el primero, el protagonismo es de los transeúntes y el bullicio de Madrid. Para el segundo, de los judíos, moros y cristianos viviendo en armonía, la convivencia de las tres culturas en una época convulsa, pacífica con el rey Alfonso X el Sabio, más tarde, violenta. No en vano, Jiménez Lozano había nacido en La Moraña abulense, en tierra de moros, donde las iglesias cristianas fueron construidas con trazas musulmanas por los mudéjares.
2.- MIGUEL DE UNAMUNO
“Pero si en Madrid bajo por la calle de Alcalá y paseo de Recoletos, sobre las viejas piedras que han sacado de las canteras para preparar a los pies del hombre un superficie seca y estéril, o recorro calles, he de variar continuamente la marcha, una pareja que está en la acera charlando y me obliga a ladearla, el transeúnte de delante que va más despacio que yo, un coche que se me cruza cuando voy a atravesar una calle, éste que me saluda, aquel que me llama la atención, el otro que parece mirarme como a personas conocida, a cada momento rostros nuevos, conocidos y desconocidos, todo ello exige una serie de pequeñas adaptaciones, que convierten mi marcha en un acto mucho menos automático. Cada una de estas ligeras y casi insignificantes variaciones parecen no tener importancia, pero la serie de ellas es como una descarga continua que acaba por llevarme a cierto estado de fatiga sobreexcitante, casi de irritabilidad.
Y llego luego a casa, y en vez del silencio y la quietud grandes que como en cariñoso regazo recogen nuestro sueño en el campo, o en las tranquilas villas de reposado vivir, es ya un coche, un rumor de gentes que van de un teatro, ya cualquier otro ruido que nos perturba el sueño. Me parece difícil que sea verdaderamente reparador el sueño en una casa que a cada momento vibra al pasar un coche por la calle.”
3.- JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
“Y lo que sucede es que una ventanita gótica puede dar al patinillo trasero ‘de un moro’ con su pozo y su higuera, sus tapiales enjalbegados y el azul zarco del zócalo, su geranio y su hierbabuena y, sobre el empedrado de guijarros, su esterilla de rezar. Y sucede que el balcón o el corredor de un judío, en el que don Iaque y don Abrám cabeceaban, sabadeaban o meldaban, podía dar a la huerta de unas monjas. Pero también que, con ocasión de bodas, bautizos o muertes, en nuestras aldeas, pueblos u ciudades, otros hombres y mujeres ‘de las tres leyes’ que eran invitados a esas fiestas o acudían a consolar a su vecino, tenían que hacer yantares diferente para los ‘de la otra ley’.
Y la campana repicaba y doblaba para los unos, el muecín o el almuédano rompía el aire con su grito llamando a la oración a los islámicos, y los hebreos aderezaban sus casas mientras tiraban el agua de sus cántaros para significar que así queda derramada la vida tras la cuchillada de la muerte; o iban por la noche a su sinagoga. Y Las Partidas del Rey Sabio, que eran romanidad jurídica, quebraban aquí sus contundencias europeas y reconocían que mezquitas y sinagogas, lo mismo que las iglesias cristianas, eran casas de oración. Mientras en las solanas unos y otros se contaban sus perplejidades religiosas sobre cuál de ‘las tres leyes’ sería la mejor, hablan de amores o desgracias comunes a los hombres todos”.
(Foto. José Jiménez Lozano. nortecastilla)
Miguel de Unamuno CMU