Azorín en León, un ejercicio de impresionismo literario
AZORÍN ESTUVO EN LEÓN EN 1905. APENAS DESCRIBE LA CIUDAD. SÓLO OFRECE UNAS NOTAS SUELTAS PARA QUE SEA EL LECTOR QUIEN LAS HILVANE
1.- Azorín, periodista de ABC
2.- Azorín en la ciudad de León
3.- Azorín callejea
4.- El mensaje de sor Gabriela
5.- El estilo de Azorín
1.- AZORÍN, PERIODISTA DE ‘ABC’
En 1905, ya curtido en las labores periodísticas, José Martínez Ruiz, Azorín, entró como redactor en el periódico ABC, el semanario convertido ese año en diario por su fundador Torcuato Luca de Tena. Le acompañaba su anterior jefe y maestro de periodistas Manuel Troyano, director del conservador España, propiedad de Antonio Maura.
Su primer trabajo consistió en cubrir el viaje que en el mes de junio realizó el rey Alfonso XIII a Londres, para entrevistarse con la familia real británica y darles a conocer sus pretensiones de encontrar esposa en aquella corte. Entonces Azorín comenzó una nueva línea dentro de la prensa hispana. La tarea era compartida por dos periodistas. Uno de ellos, Antonio Calzado, asumió la parte estrictamente informativa, mientras que Azorín aportaba su visión más literaria.
Alfonso XIII, que contaba con diecinueve años, regresó de Londres con las ideas poco claras. Quería que María Victoria de Battemberg fuera su esposa. Pero al gobierno conservador de Antonio Maura no le pareció que su sangre fuera lo suficientemente azul, porque no era una hija del rey Eduardo VII, sino simplemente una sobrina. Y además, se veía con malos ojos que una protestante ocupara el solio de la reina Isabel la Católica. De todo ello, Azorín fue dando buena cuenta durante varios artículos seguidos en su serie Crónicas del Viaje Regio.
2.- AZORÍN EN LA CIUDAD DE LEÓN
De esta manera, Azorín engrosa el subgénero de la literatura de viajes tan en boga entre los escritores de la Generación del 98 que encabezaba Miguel de Unamuno, a quien conoció en Salamanca, pues Azorín había tratado de licenciarse en leyes; pero, tras recorrer varias Universidades, no lo consiguió. Lo suyo era la escritura.
Durante el verano de aquel 1905 visitó varios puntos de la península realizando reportajes. Uno de esos destinos fue Oviedo, donde en el mes de agosto entrevistó a varios escritores, entre ellos, Ramón Pérez de Ayala y Rubén Darío. Pero, al mismo tiempo, hacía acopio de todo el material utilizable para escribir otros artículos. Y uno de ellos lo extrajo del escaso tiempo que estuvo en León en su paso hacia Asturias.
Lo publicó en ABC, en su edición de 1 de setiembre de 1905 y lo incluyó en su libro España, hombres y paisajes en 1909 con el título de Horas en León. Por su parte, el escritor José García Mercadal lo introdujo en su obra Veraneo Sentimental de 1944, en el capítulo 29 titulado León, sor Gabriela.
3.- AZORÍN CALLEJEA
Azorín no trata de escribir una guía monumental de la ciudad. Simplemente, callejea. Para él se trata de “una ciudad vetusta y gloriosa… una tierra vieja y noble… una de las tierras con más carácter, con más ambiente espiritual”. Ve en ella lo mismo que en otras de España: “Ofrecen la impresión de un museo frío desierto. Las callejuelas han dejado de vivir hace un siglo, los nobles e inmensos caserones están cerrados”.
Pasa de puntillas sobre los edificios históricos. Cita la Catedral, pero soslaya el convento de San Marcos y la colegiata de San Isidoro. Manifiesta que “en León no hay grandes monumentos que enamoren al viajero, ni nada especialmente distintivo. Si se exceptúa la catedral, nada hay aquí que no encontremos en cualquier diminuto arcaico pueblo de las Castillas”.
Sin embargo, le asombra “una ancha plazuela solitaria… entre cuyos guijos menudos, que forman el piso de la plaza, crece la hierba clara”. Se trata de la Plaza del Conde Luna, de la que tampoco menciona el bello palacio medieval que la preside. Su aspecto entonces era idéntico al de la actual Plaza del Grano, aún no se había construido en el centro el actual mercado de abastos.
Deambula por las calles Cardiles, Plegarias, Las Barillas, la del Conde Luna… y va tomando nota de los rótulos que ve a su paso: Obrador de Sombrerería de Isidoro Pirla, Confitería de Tomás Rodríguez, Procurador Pernia, éste ya llegando a la Plaza del Conde, en la calle Pozo…
Pudiera pensarse que la descripción que Azorín hace de la ciudad es insuficiente. En realidad, lo que construye es una alegoría, una larga metáfora prolongada, una técnica impresionista importada de los cuadros de Manet. No en vano, Azorín fue el paradigma del impresionismo literario en España. Describe callejuelas, pequeños detalles, cosas cotidianas que habitualmente pasan inadvertidas y que el lector ha de reunir para descifrar una historia o un determinado ambiente.
4.- EL MENSAJE DE SOR GABRIELA
Azorín se sienta para descansar un momento en la Plaza del Conde. En el suelo encuentra una tarjeta que alguna religiosa dejó caer en un descuido. Estaba redactada por “La Abadesa y Comunidad de las Religiosas Concepcionistas Franciscas de León”. Y en su contenido rezaba: “Mi amadísimo Don Paco: le mando el libro enmendadas las erratas, lo que reste hasta igualar, puede quitarlos usted de los alcoholes y el comercio, sobre todo de Don Cipriano Puente, y puede quitar también algo de vino. Sabe le ama en Cristo su afectísima y s.s. (segura servidora), Sor Gabriela de la Purificación”.
El escritor empieza a imaginar. El ensueño está en marcha. ¿Quién no hubiera echado a volar su fantasía ante esta tarjeta, encontrada en la desierta y vieja plazuela leonesa del Conde?: “Sor Gabriela, a lo largo del día, leerá un breve rato sobre estos libros, y otro rato abrirá otro gran libro e irá escribiendo en él su letrita alargada y etérea. Lo que sor Gabriela escribe en esta página son las cuentas prosaicas del monasterio.
Santa Teresa escribió su Modo de visitar los conventos de religiosas. Decía que se llevaran religiosamente las cuentas: ‘Que se miren con mucho cuidado y advertencia los libros del gasto’, decía la Santa. Y este libro de que habla la mística doctora es precisamente el libro de que sor Gabriela, como se lee en su tarjeta, le mandó para su examen a don Paco”.
Y sigue cavilando: “¿Qué patio silencioso, plantado de cipreses y laureles ve desde su celda? … Tiene letra sutil y clara de mujer… Sor Gabriela tendrá las manos de color de cera, transparentes; sus ojos morarán con una serenidad dulce; en sus labios vagará una sonrisa de melancolía y resignación. Sor Gabriela andará despacio, en silencio”. También se pregunta quiénes pueden ser sus autores predilectos, Fray Luis de Granada o. quizás, Juan Eusebio Nieremberg.
A quien haya leído el Quijote, este recurso literario del manuscrito encontrado le resultará familiar. Cervantes comenzó así su gran novela. En la ficción, da en Toledo con un muchacho que iba a vender unos papeles viejos, de los que uno de ellos estaba escrito en árabe. Buscó a un morisco para que se lo tradujera y pudo saber lo que al margen decía: “Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos, que otra de toda la Mancha”.
No tardó en percatarse de que se trataba de la Historia de don Quijote la Mancha, escrita por el historiador arábigo Cide Hamete Benengueli. Le compró al muchacho todos los papeles que llevaba y por medio real concertó con el morisco la traducción completa.
La tarjeta encontrada por Azorín en León también daba pie a continuar con el desarrollo de la ficción, con una novela en la que resolviera todos los interrogantes que la misiva enviada por sor Gabriela a su amadísimo don Paco le planteaba. Pero, en ese momento, el alicantino no estaba por la narrativa.
5.- EL ESTILO DE AZORÍN
Mario Vargas Llosa en su día manifestó: “El supuesto realismo de Azorín es una de las ficciones, una de las irrealidades, más logradas de nuestra literatura… Buena parte de la técnica periodístico-narrativa de Azorín se basa en una estrategia parecida, de datos significativamente escondidos al lector, vacíos que éste debe llenar con adivinanzas, intuiciones o invenciones”.
El consejo que Azorín da a quienes se inician en la literatura no pueden ser más minimalista: “La sencillez, la dificilísima sencillez es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de golpe el gran estilo: colocad una cosa detrás de la otra. Nada más; eso es todo”. Parece que no dice nada. Sin embargo, implicitamente, lo está diciendo todo: hay que conocer la lengua y jugar con ella para crear sensaciones, la alegría o la tristeza, la tragedia o la hilaridad.
“¿Cómo podremos expresar la impresión que nos produce el son remoto de un piano en el que se toca un nocturno de Chopin…, las finas ropas de una mujer a quien hemos amado y ha desaparecido para siempre? La mujer que vestía estas ropas que acabamos de sacar de un armario, ha iluminado antaño nuestra vida. Con ella se fue nuestra juventud. Ni esa mujer ni nuestra juventud volverán jamás. Todos aquellos momentos tan deliciosos de nuestra vida, ¿qué fueron sino rocío de los prados?”.
(Foto. Plaza del Conde. Al fondo, Palacio del Conde Luna)
León. Mercado de lana. Plaza de San Marcelo. Junto a la Casa Botines de Antoni Gaudí. Tradición y modernidad.
Jose Martinez Ruiz ‘Azorín’
Azorín. Por la calle Marqués de Casa Riera. Al fondo, la iglesia de San José en la calle de Alcalá. Madrid.