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jueves 9 enero 2025
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Los estudios de Ángel Carril sobre los sefardíes

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Los estudios de Ángel Carril sobre los sefardíes

 

 

LOS SEFARDÍES EN CASTILLA. LAS INVESTIGACIONES DEL FOLCLORISTA ÁNGEL CARRIL

 

 

1.- La diáspora hispana.  2.- Las investigaciones de Ángel Carril.

 

 

1.- LA DIÁSPORA HISPANA

Mucho antes de que se formaran los reinos de León y de Castilla, los judíos hispanos ya vivían en Sefarad (España), donde llegaron tras el arrasamiento de Jerusalén por el emperador Adriano en el año 135 de nuestra era. Aquí mantuvieron una coexistencia pacífica con cristianos y musulmanes, hasta que éstos devastaron la cordobesa Lucena, la capital talmúdica, obligándoles a refugiarse en Castilla y otras tierras periféricas. En 1492 y 1496 fueron expulsados de la península por sendos decretos de los Reyes Católicos y de Manuel I de Portugal, después de una permanencia de catorce siglos, tan prolongada o más que la de los cristianos y musulmanes.

El pueblo sefardí en la diáspora fue ignorado hasta su descubrimiento, relativamente reciente, a través de las crónicas de viajes. Quizás el relato más conmovedor que ha llegado hasta nosotros sea el de Pedro Antonio de Alarcón en su Diario de un testigo de la guerra de África, publicado en 1860, en el que narra el hallazgo de la comunidad sefardí de Tetuán, sin apenas valorar el alcance de lo que tenía ante sus ojos. Tras afirmar que aquellas personas hablaban un castellano “con un acento particular, muy distinto al de todas las provincias”, creyó que “aquellas palabras españolas las habían aprendido la víspera para adular a las tropas que entraban españolas en Tetuán”. Más tarde, comprobó que “esa era su habla habitual”, eran sefardíes.

A partir de entonces, surge el interés y la nostalgia por ese pueblo perdido de la cultura hispana. Principalmente, por el doctor Ángel Pulido, autor de las obras Los Israelitas Españoles y el idioma castellano y Españoles sin Patria. En 1919, Manuel Ortega escribe Los Hebreos de Marruecos, manifestando con cierta añoranza: “En Marruecos viven todavía los viejos cantares desgranados de las antiguas epopeyas castellanas. Una honda melancolía invade el espíritu escuchando esas canciones. Parece que resucita con ellas la vieja España de triunfos y de grandeza”.

En nuestros días, autores, como Paloma Díaz Mas, han destacado que en las letras de aquellas canciones sefardíes se hallan piezas sueltas del romancero castellano, como la muerte del Príncipe don Juan en Salamanca en 1497, o el testamento de Felipe II, precisamente por su peculiaridad de ser un género fundamentalmente oral. Los sefardíes han guardado durante generaciones esos cantos, junto con las llaves de las casas que abandonaron por si algún día regresaban. En 1989 se celebraron unas jornadas sefardíes en el Castillo de la Mota de Medina del Campo, en las que el musicólogo Miguel Sánchez se preguntaba si era castellana esa música sefardí, e indicaba que, en general, no es castellana ni hispana, lo que no impedía que hubiera una estrecha relación musical judeo-española con casos muy concretos de la castellana.

Sería Pinhas Asayag, escritor tangerino-sefardí y corresponsal de prensa, quien a principios del siglo pasado diera la respuesta más concluyente escribiendo: “Somos españoles por vocación, por temperamento y por simpatías; en nuestras venas circula sangre española; pensamos en español y sentimos de igual modo. Algunas de nuestras oraciones las hacemos en español. Nuestros casamientos se hacen con arreglo al rito establecido cuando los judíos vivían en España, y al citar en el contrato de bodas el árbol genealógico de los contrayentes, que se lee en el momento preciso de la ceremonia, se hace referencia a nuestros antepasados que murieron en España, y por los cuales se pide a Dios que dé descanso a sus almas”. Pinhas sentenciaba: “Toledo es la segunda Jerusalén de los sefardíes”.

 

2.- LA INVESTIGACIÓN DE ÁNGEL CARRIL

El folclorista salmantino Ángel Carril, que fuera director del Centro de Cultura Tradicional de Salamanca, llegó a las mismas conclusiones que Miguel Sánchez. Carril realizó profundas investigaciones del fenómeno sefardí. En una ingente labor recopiló aquellos antiguos cantos sefardíes que coincidían con romances castellanos, lo que plasmó en sus obras discográficas Kerensya Seradim y Trezoro Sefardita.

Como fruto de su trabajo, Moshe Shaul, director de las emisiones judeo-españolas en Radio Kal de Israel, declaró: “Komparando las romansas i otros kantes que arekojo en sus investigasiones de los deredores de Salamanca, Ángel Carril pudo deskivrir algunos kazvos muy interesantes en los kualos se ve que esta son dos versiones de un mizmo kante, versiones ke estan ainda vivas en el floklor de Salamanca i en el djudeo-espanyol, gracias a la fidelidad con la kuala fueron mantenidas por las dos partes i trasmetidas de una jenerasion a la otra durante siglos”.

De entre el repertorio recopilado por el salmantino, destacamos algunos temas en los que es evidente el paralelismo entre lo castellano y lo sefardí. La canción ya aludida, La Muerte del Príncipe don Juan, estaba reservada en las comunidades marroquíes para ser interpretada en los momentos de luto. Alude al fallecimiento en Salamanca del hijo de los Reyes Católicos, en cuya ocasión fue la última vez que en señal de duelo se vistió en Castilla la acostumbrada jerga blanca.

La titulada Cuando yo en ca de mi padre fue descrito por Manuel Alvar como el canto que en determinado momento de la boda judía debía entonarse, cuando la futura desposada abandona el hogar paterno para dirigirse a la nueva casa la noche anterior a la boda. Ya en ella, recibirá de su suegra, con quien dormirá esa noche, los símbolos que identifican la pureza que debe aportar al matrimonio, el agua y el azúcar.

Por su parte, el musicólogo Francisco Asenjo Barbieri ya citaba en su cancionero de los siglos XV y XVI el tema Ea Judeos, sobre cuya melodía compuso su misa Juan de Anchieta, capellán de los Reyes Católicos. El Destierro de Castilla rememora la fatídica fecha en que los judíos fueron expulsados, coincidiendo con la conmemoración de la destrucción del templo de Jerusalén y el comienzo de la diáspora. Yig Dal, recoge los trece artículos de fe establecidos por el filósofo cordobés Maimónides, que es considerado el máximo exponente de la cultura judeo-hispana.

En cuanto al Romance de la Gallarda, responde a la tradición de las “mujeres vengadoras”, que Menéndez Pidal ya clasificaba en 1906 en su catálogo dentro del apartado de Venganzas Femeninas y Mujeres Matadoras. El de Ama tiene caras pertenece al grupo de las nupciales y entronca con la tradición de los mayos, composiciones con que los jóvenes rondaban a sus enamoradas en la noche del 30 de abril. Al igual que Aunque le di la mano, de la ceremonia del ritual de bodas.

La indagación de Ángel Carril en el fenómeno sefardí a través de los cantos judeo-hispanos fue exhaustiva y encomiable. Las fuentes consultadas han sido directas. La procedencia muestra los dos bloques que hoy conforman estas comunidades: el norte de África, Tetúan y Tánger, y el bloque oriental, el de Grecia, Turquía y los Balcanes. Para el folclorista salmantino, tras su expulsión de España, los sefardíes fueron recibidos con los brazos abiertos en ciudades como Sarajevo, que de algún modo, desagraviaron la ignominia hispana. En realidad, se trata de españoles respecto de los que se mantiene una deuda. El académico Manuel Alvar añadía: “El mundo sefardí es entrañablemente nuestro. Lengua, canciones, refranero, son en buena parte comunes, y en lo que discrepan está marcada la impronta hispánica o la huella de un destino adverso”.

(Foto. Torá. Museo David Medul. Béjar)

MUSEO DAVID MEDUL. BÉJAR

 

 

El folclorista Ángel Carril 

 

Sefardíes de Marruecos

 

 Sefardíes de Sarajevo

 

 

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