Jorge Luis Borges en España. El Ultraísmo
JORGE LUIS BORGES LLEGÓ A ESPAÑA CUANDO SURGIERON LOS MOVIMIENTOS LITERARIOS VANGUARDISTAS DE LA GENERACIÓN DEL 14
1.- Borges en España
2.- Borges en Mallorca y Sevilla
3.- Borges con Rafael Cansinos Assens en Madrid
4.- El movimiento ultraísta
5.- El café El Colonial
6.- Borges con Ramón Gómez de la Serna
7.- El regreso a Argentina y la vuelta a España
8.- La revista Proa
9.- El final del Ultraísmo
1.- BORGES EN ESPAÑA
En 1914, catastrófico año para Europa, el padre de Jorge Luis Borges, el abogado Jorge Guillermo Borges, comienza a quedarse ciego a los cuarenta años de edad, y decide realizar un viaje por Europa con su familia. Pasan los primeros días en París y Alemania, luego, en Ginebra donde recibió un tratamiento sin un resultado efectivo.
De esta ciudad, Jorge Luis Borges guarda el primer recuerdo imborrable del Viejo Continente. Comenzó la I Primera Guerra Mundial y vio cómo Suiza, un país pacífico, pacifista y neutral, aparentemente sin ejército, reclutó como un resorte a cerca de trescientos mil hombres armados para defender sus fronteras: “El ejército suizo contaba con tres coroneles y se propuso nombrar general a uno de ellos por el tiempo que durase la guerra. El cargo recayó sobre el coronel Odeau, que era nuestro vecino. Él lo aceptó con la condición de que no le aumentasen el sueldo. Todo lo contrario de lo que ocurre en la Argentina, donde hay más generales que tanques, o más almirantes que barcos, y se pasan la vida aumentándose ellos mismos el sueldo”.
Antes de volver a su país, decidieron pasar al menos un año en España. Borges se formulaba la siguiente reflexión: “No era un mero capricho el hecho de que los argentinos no nos sintiéramos españoles. En Buenos Aires, la gente que llegaba de España se despachaba en oficios menores o eran pequeños comerciantes. En rigor, dejamos de ser españoles en 1816, cuando se declaró nuestra Independencia. Para mí, de joven, los españoles era personas exentas de todo interés. Los hispanoamericanos veían a España como un país pintoresco y se pensaba en ellos con las pautas de García Lorca (gitanos, lidia de toros, arquitectura morisca). Pero, aunque español era nuestro lenguaje y españoles y portugueses la mayoría de nuestros ascendientes, mi familia nunca pensó en nuestro viaje como un regreso a España, después de una ausencia de tres siglos”.
2.- BORGES EN MALLORCA Y SEVILLA
Tras una estancia de algunos días en Barcelona, la familia Borges llega Mallorca, donde permanecen un año entre Palma y Valldemosa. El escritor se siente dichoso en la isla. Profundiza en el conocimiento del latín gracias a un cura experto en la obra de Virgilio, “el poeta de los poetas”. También practicó la natación y ganó varias competiciones en aquel Mar Mediterráneo, tranquilo y sin mareas, donde mostró que su destreza como nadador era superior a la de los mallorquines, porque él había aprendido a nadar en el rápido río Uruguay.
En 1919 se trasladan por un corto tiempo a Sevilla. Recuerda la ciudad andaluza con gran afecto, pues allí dio el inicial paso en nuestra Literatura. En la capital andaluza publicó por primera vez un poema suyo en una revista europea y así lo rememoraba: “Esa revista se llamaba Grecia y, a pesar de los muchos años que han pasado, aún recuerdo la fecha, el 31 de diciembre de 1919. Fue el mejor presente de fin de año. Mi poema se titulaba Himno al Mar. Los poetas que se agrupaban en torno a la revista Grecia, se llamaban a sí mismos ultraístas y tenían el propósito de renovar la Literatura. Pero, no tenían idea de lo que ocurría en el resto del mundo, sobre todo en Paris. La literatura inglesa directamente no existía para ellos. El editor se llamaba Isaac del Vando y Adriano del Valle su redactor jefe. Sus lecturas se reducían a la Biblia, Rubén Darío, Cervantes y los libros del maestro Rafael Cansinos Assens. Esa fue la primera vez que oí pronunciar ese nombre y lo imaginé tan mediocre como los que se llamaban sus discípulos”.
3.- BORGES CON RAFAEL CANSINOS ASSENS EN MADRID
Sin embargo, su opinión sobre Cansinos Assens cambió cuando llega a Madrid y le conoce en el café El Colonial, un lugar emblemático que el propio Cansinos definía como “verdadero asilo de bohemios, y tertulias con su variopinta concurrencia de gente de teatro y mujeres de reputación dudosa”. Borges aprendió tanto de él que le consideró el mejor maestro que había tenido en su vida. Así lo relataba en sus memorias:
“Cansinos era un lector voraz que leía casi todo el tiempo. Una vez fui a visitarlo y me llevó a su biblioteca. Debería decir más bien que toda su casa era una gran biblioteca. Allí había libros en todos los idiomas del mundo. Era como meterse en una gran selva. Como carecía de dinero para proveerse de estanterías, los libros estaban apilados hasta el techo, lo cual obligaba a buscar el camino entre aquellas verticales columnas. Cuando estaba con Cansinos tenía la sensación de que encerraba todo el pasado de Europa, de una Europa que yo estaba dejando atrás, algo así como el símbolo de toda la cultura occidental y oriental».
“Cansinos solía usar muy a menudo la ironía. Esto hacía que muy rara vez pudiera llevarse bien con sus contemporáneos destacados. Una de sus perversidades consistía en escribir artículos, y hasta libros, en los que prodigaba elogios a los escritores menores. En aquellos años, Ortega y Gasset estaba en la cumbre de la fama, pero Cansinos no lo tenía en cuenta y hablaba mal de él. Decía que era un mal filósofo y un pésimo escritor. Yo le debo muchas cosas, entre ellas, supo trasmitirme su amor por la Literatura. Además, estimulaba mis lecturas. Me consideraba especialmente por el conocimiento que yo tenía de los clásicos y de la Literatura inglesa y escandinava. Al escribir empecé a imitarlo casi simiescamente. Redactaba largas y fluidas frases muy poco españolas”.
También Cansinos escribe sobre el joven Borges, cuya presencia sobresalía en El Colonial: “Atraídos por el fragor del Ultra, llegan a nuestra tertulia del Colonial varios escritores argentinos, muchachos jóvenes que simpatizan con las nuevas tendencias estéticas. Uno de ellos es Jorge Luis Borges, un joven delgado, alto y con lentes de profesor. Viene de recorrer Europa en compañía de su hermana Norah, que hace unos dibujos muy modernos. Ha estado en Alemania, es políglota y tiene un enorme fondo de cultura. Aún no publicó ningún libro, pero ya en su país se hizo notar por su colaboración en revistas literarias. Se adhiere, desde luego al Ultra y se compromete a ser su introductor en Argentina. Jorge Luis y su hermana celebran reuniones literarias en su casa, a las que acude Guillermo de Torre que, según me dicen, le hace el amor a Norah, a la que califica de fémina dinámica y porvenirista”.
4.- EL MOVIMIENTO ULTRAÍSTA
Así fue como Borges tuvo la oportunidad de convivir con otros jóvenes escritores como él, la Generación del 14, que experimentaban una nueva tendencia de vanguardia, el movimiento ultraísta tan en boga. Cansinos, que en sus primeros escritos utilizó el pseudónimo Juan Las, fue quien inventó el término Ultraísmo hacia 1919. Redacta con sus seguidores la proclama Ultra. Manifiesto de la juventud literaria, en la que definen el Ultraísmo como “un arte nuevo que suple la última evolución literaria: el Novecentismo”, apareciendo publicado en la prensa madrileña de 1919 y en las revistas Cervantes de Madrid y Grecia de Sevilla.
Según Borges: “Lo hizo porque pensaba que la Literatura española había estado a la zaga de los tiempos. Ahora lo veo claro. Fue hecho con un espíritu de burla. Pero los jóvenes lo tomábamos muy en serio. Yo, en especial, escribí en esa época la mayoría de mis textos en ese estilo. Hay algunos poemas míos que ahora me parecen deplorables, infectados de Ultraísmo”.
El 28 de enero de 1921 tuvo lugar una de reunión de los intelectuales más relevantes del momento celebrada en el salón de espectáculos Parisiana de Madrid para presentar el primer número de la revista Ultra. Esa velada resultó crucial porque Jorge Luis Borges establece contacto con ese conjunto de poetas futuristas por medio de su amigo, Jacobo Sureda Montaner, hijo del mecenas mallorquín Juan Sureda Bimet, a quienes había conocido en Mallorca. Así, el Ultraísmo se difundió en Argentina a través de Borges, donde se crea formalmente un grupo con sus publicaciones Prisma y Proa.
Otro de los prosélitos de Cansinos era Guillermo de Torre. Borges le conoció por entonces en Madrid y nueve años después se casó con su hermana Norah, muy buena dibujante e ilustradora de libros de literatura, esencialmente los poemarios ultraístas. Había estudiado pintura en Madrid con Julio Romero de Torres e ilustró poemas de Juan Ramón Jiménez. Guillermo de Torre editaría en 1953 en la Editorial Losada de Buenos Aire el poemario Cancionero, obra cumbre póstuma de Miguel de Unamuno, por encargo del filólogo Federico de Onís, después de revisar el manuscrito con su equipo de filólogos hispanos en Estados Unidos.
5.- EL CAFÉ ‘EL COLONIAL’
Sin duda, el corazón del Ultraísmo se asentaba en El Colonial, un café bullanguero que estaba situado en el número 3 de la calle Alcalá, junto a la puerta del Sol. Así lo describe Borges: “El café Colonial fue para los ultraístas españoles el equivalente del Cabaret Voltaire dadaísta. Seguramente, no tenía el glamour del que disponía el café suizo, pero en cambio se trataba de un lugar pleno de actividad pues estaba abierto prácticamente las veinticuatro horas del día”. Lo cierto es que las descripciones que nos han llegado de él no muestran muchos puntos concordantes. Para unos era un lugar mítico, otros en cambio lo motejan de garito inmundo.
El joven Borges, deslumbrado por la figura de Cansinos, cuenta en una carta enviada a Adriano del Valle que le conoció por el salmantino Pedro Garfias, que le llevó a aquel cenáculo literario, y que El Colonial le pareció “un café lleno de luces y espejos que lo ensanchan, que lo hacen infinito, que multiplican las luces de oro, que fructifican los racimos de rostros, que le dan algo de laberinto, algo de estar en el centro del universo, de partir de las neblinas de la prehistoria y marchar hacia las venideras auroras”.
La tertulia tenía lugar todos los sábados. Comenzaba a media noche y terminaba al amanecer. Solían ir unas treinta personas. Cansinos proponía un tema, como la metáfora o el verso libre, y luego se comentaba en un debate que se producía en medio de un nivel literario muy elevado. Pero ello no impedía al promotor prodigar la lectura de los escritores menores, entre los que entonces se encontraba Borges, del que elogiaba sus cualidades literarias: “Posee, decía, una gran cultura estética y hace unos poemas que captan verdaderamente el arte nuevo”. Y especialmente recomendaba al grupo la lectura de sus escritos.
Fruto de aquel movimiento literario vanguardista fue el Manifiesto del Ultra, publicado el 15 de febrero de 1921 en la revista mallorquina Baleares en el que participan Guillermo de Torre y Jorge Luis Borges. Estaba basado en el Manifiesto Vertical Ultraísta difundido por Guillermo de Torre en 1920, en el que pretendían una renovación poética, usando imágenes y metáforas y suprimiendo los elementos anecdóticos, narrativos y sentimentales. Borges era el rey de la metáfora. Además, Borgie era bilingüe porque había tenido una abuela inglesa. Por eso, decía que su principal metáfora había consistido en leer El Quijote por primera vez en inglés.
En 1925, Casinos da por caducado el Ultraísmo. Habían surgido los poetas que luego integraron la Generación del 27, interesados por la obra poética de Góngora, a los que Ortega y Gasset les ofrecía su Revista de Occidente. Era un grupo formado por Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, García Lorca… que siguen a Paul Valery e intelectualizan la poesía. Pero, aunque las nuevas estéticas y las tertulias dejaron de ser laboratorios literarios, considera que gracias a Borges el Ultraísmo había arraigado en toda América y era el modo natural de expresión de sus poetas, así como que indirectamente influyó en los esperpentos de Valle-Inclán. Para él, “los astros que en España se ponen, amanecen en América”.
6.- BORGES CON RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA
Además de El Colonial, también existía la tertulia del Café Pombo, en el número 4 de la calle Carretas, que animaba Ramón Gómez de la Serna y sus pombianos. El pintor José Gutiérrez Solana, que era uno de sus adeptos, la inmortalizó en 1920 en su famoso cuadro grupal.
Entre Gómez de la Serna y Rafael Cansinos las relaciones estaban rotas y sus respectivos acólitos no podían ir de una tertulia a la otra. Excepcionalmente, a Adriano del Valle se le permitía acudir al Pombo. Era una decisión pragmática de Ramón. Adriano del Valle visitaba Lisboa con frecuencia. Fue el único amigo español de Fernando Pessoa, como lo fue de José Almada Negreiros con quien compartía escritura y pintura de collage.
Ramón también conocía a Pessoa, a menudo le encontraba en los cafés literarios lisboetas, como A Basileira y Martinho da Arcada. Con frecuencia se desplazaba al país vecino acompañando a su compañera Carmen de Burgos, que era corresponsal de la revista Cosmópolis, para la que enviaba desde Estoril sus Crónicas de Portugal. Dicha publicación fue fundada en 1919 por el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, casado con la artista Raquel Meller. En ella colaboraba Guillermo de Torre y un amplio elenco de los mejores escritores del momento, como Antonio Machado o Miguel de Unamuno, con que quien se citó varias veces en París cuando posteriormente el Rector estuvo exiliado.
Borges también fue invitado a ir al Pombo, pero no le agradó y no volvió: “No me gustó porque Gómez de la Serna hablaba él solo y lo hacía mal de todo el mundo, al contrario de lo que hacía Cansinos. A mí me molestó la actitud que tenía hacia un pobre diablo, una especie de bufón profesional, que concurría con una pulsera de cascabel y Gómez de la Serna preguntaba inapelablemente: ‘¿Dónde está la víbora, Cascabel?’ Todos los presentes se reían de esa miseria, posiblemente porque quizá pensaban que aquello era algo cómico. A mí me pareció un triste espectáculo. Pensé que no tenía derecho a usar a un pobre hombre para hacer una broma cruel, que más vale no recordar. Cuando yo me iba, convencido por otra parte de que no pisaría aquel lugar, Gómez de la Serna me dijo: Estoy segurísimo de que usted no vio una cosa así en Buenos Aires. Yo le contesté: No, felizmente, nunca he visto nada igual”.
Y recuerda la inauguración del Pombo: “Las botellas de vino, como palmatorias que encandilaban la reunión, se destacaban con su macferlán negro sobre los manteles blancos. En vez de la simplicidad de un café, ese día inaugural se tenía, además de la botella gatuna y cubierta, un plato, cubiertos y los panes, panes franceses con sus dos nalgas repartidas a ambos lados de la clásica ranura central”.
Pero Borges no dejó de reconocer que Gómez de la Serna era un hombre de genio y muchas veces lo expresó: “Era un gran escritor, dueño de una prosa admirable, un gran artista con sentido poético de la vida. Yo no dudo que quedará en la historia de las letras. Buenos Aires le hizo mal. Aquí escribió en burbujas, eso que él llamaba greguerías. Yo creo que Gómez de la Serna se disgregó en sus greguerías, ya que si uno se dispone a pensar en forma atomizada termina atomizado. Ahora, Gómez de la Serna, junto a Alfonso Reyes, ha sido para mí un de los mejores prosistas de la lengua castellana de todos los tiempos. Yo creo que pocos han manejado el idioma como él. En España no se le tiene demasiado en cuenta. Se inclinan más por Ortega y Gasset, que no llegó nunca a ser un escritor”
7.- EL REGRESO A ARGENTINA Y LA VUELTA A ESPAÑA
El regreso de Borges a Argentina tuvo lugar en marzo de 1921, embarcando en el vapor Reina Victoria. Con él llevó el movimiento Ultra a Hispanoamérica. Pero, en 1923, los Borges vuelven a Europa. Por algunos días recalan en Londres, donde Norah se deslumbra con la pintura de los museos y su hermano se emociona por andar en los ambientes de Chesterton y Bernard Shaw. En París, Norah se reencuentra con Guillermo de Torre, con el que mantuvo una comunicación epistolar de tres años después de conocerle en Madrid. Ese carteo se prolongó por otros tres más, hasta que en 1927 se desplazó hasta Buenos Aires para casarse. Ya en España, pasaron por Sevilla, Granada y Palma de Mallorca.
Durante ocho meses los Borges vivieron en Madrid en una casa junto a la Puerta de Alcalá y Jorge Luis se reunió con viejas amistades. Encontró que el ambiente literario que había dejado años atrás había decaído. Entonces, las literaturas de vanguardia empezaban a cuajar en España. Pero, cuatro años después, percibe un cierto desorden entre los escritores vanguardistas hasta que se identificaron como la Generación del 27.
El argentino se deshizo de la escasa obra que había realizado en nuestro país: “En España escribí dos libros. Uno se llamaba, no entiendo por qué, Los Naipes del Tahúr. Eran ensayos literarios y políticos y estaban escritos bajo la influencia de Pío Baroja. Esos ensayos querían ser amargos e implacables, pero lo cierto es que eran bien mansos. Y usaba palabras como estúpidos, embusteros, meretrices. Felizmente, no conseguí que lo editaran y sensatamente destruí el manuscrito cuando llegué a Buenos Aires. El otro libro se titulaba Los Salmos Rojos o Los Ritmos Rojos. Era una colección de unos veinte poemas en alabanza de la Revolución Rusa, de la fraternidad y del pacifismo. Tres o cuatro de ellos aparecieron en revistas. Este libro lo destruí en España en vísperas de mi partida”. Su regreso a Buenos Aires se produjo en 1925.
8.- LA REVISTA PROA
El medio difusor del Ultraísmo en Argentina fue la revista literaria Proa, que Borges fundó en 1922 y editó dieciocho números: el primero salió en el mes de agosto de dicho año y el último el 15 de enero de 1926. Tuvo una amplia colaboración de notorios escritores hispanoamericanos y tres españoles: Guillermo de Torre, Ramón Gómez de la Serna y Jacobo Sureda, su amigo de juventud con quien había suscrito el Manifiesto del Ultra en Mallorca.
También contó con un importante poeta canario, el posmodernista Alonso Quesada, a quien había conocido en julio de 1923 en Las Palmas de Gran Canaria. Quesada estaba empleado en el Bank of British West Africa Ltd. y allí Borges realizó alguna gestión, posiblemente cambio de moneda. En 1925, Borges le nombró representante de Proa en España, pues el canario había recorrido los círculos literarios de Madrid en 1918, incluido el Café Pombo, según le menciona Gómez de la Serna en su obra Pombo. Pero apenas tuvo tiempo para participar en la obra de Borges porque prematuramente murió el mismo año.
E igualmente, procuró la colaboración del escritor gallego Eugenio Montes, uno de los falangistas que en 1936 acompañaban a Unamuno a dar cortos paseos por Salamanca cuando fue confinado en su casa de la calle Bordadores. Montes era de un alto nivel cultural. Había estudiado Filosofía y Letras y Derecho y realizó el doctorado bajo la dirección de José Ortega y Gasset. Publicó poemas en las revistas Cervantes, Grecia y Ultra, y Borges le dedicó su obra Examen de Metáforas, que finalizaba con la frase A Eugenio Montes le regalo esta geométrica soñación. Pero, Guillermo de Torre se lo desaconsejó a Borges, porque estaba preparando las oposiciones de catedrático de Instituto. Y lo mismo hizo con Quesada por considerar que en su estilo no había superado el modernismo anterior.
9.- EL FINAL DEL ULTRAÍSMO
Guillermo de Torre, que había difundido la palabra Vanguardismo, vivió el final del movimiento Ultra en España. En 1927 comienza a trabajar como jefe de redacción de la revista La Gaceta Literaria, fundada por Ernesto Giménez Caballero, constituyendo la plataforma de la Generación del 27, que daba paso a autores como Pedro Salinas, Gerardo Diego, Federico García Lorca… que procedían de la Universidad.
Pasaron muchos años. Borges realizó un tercer viaje a España en 1963. Sabía que a Cansinos Assens le quedaba poco tiempo de vida y quiso visitar al maestro por última vez en su casa de Madrid. La periodista Soledad Alcaide describe crudamente los restos del naufragio de aquel movimiento literario de juventud. Cuando Borges quiso abrazar a Cansinos, lo hizo al vacío a causa de su ceguera: “Fue el encuentro entre un ciego y un moribundo”.
El joven Borges
Jorge Luis Borges
Rafael Cansinos Assens
Café El Colonial
Interior del Café El Colonial
Adriano del Valle
Guillermo de Torre
Ramón Gómez de la Serna
Café Pombo
Guillermo de Torre y Norah Borges
El poeta canario Alonso Quesada
El escritor Eugenio Montes
Miguel de Unamuno, adusto con el joven Borges – Jorge Luis Borges