El humor censurado de Miguel de Unamuno
CUANDO MIGUEL DE UNAMUNO SE HALLABA EXILIADO EN FRANCIA, LA IGLESIA ARREMETIÓ CONTRA SUS OBRAS AL AMPARO DEL RÉGIMEN DE PRIMO DE RIVERA
1.- Prohibición de leer libros de Miguel de Unamuno
2.- La niñez y la jocosa marranería
3.- La denuncia eclesiástica publicada en la prensa
4.- El humor en Miguel de Unamuno
1.- PROHIBICIÓN DE LEER LIBROS DE MIGUEL DE UNAMUNO
Primo de Rivera procuró que las normas de conducta ciudadana fueran marcadas por la doctrina de la Iglesia. Por ello, el ministro de Instrucción Pública, Eduardo Callejo, no permitió propagar disciplinas ajenas al catolicismo y delegó en el clero todo lo relativo a la enseñanza, haciéndose obligatoria la asistencia a misa de niños y profesores.
Una de las primeras medidas que el nuevo régimen del Directorio adoptó fue el cese de cualquier docente que contraviniese las normas educativas. Eso fue lo que le ocurrió a un maestro de Lérida por recomendar a sus alumnos la lectura del libro Recuerdos de Niñez y de Mocedad de Miguel de Unamuno. En él relataba su autobiografía en los primeros años, “donde en días de serenidad ya algo lejana, traté de fijar no mi alma de niño, sino el alma de la niñez”. En ella narra con humor las sensaciones y observaciones de cuanto rodea a los niños. Y esa naturalidad de la inocencia infantil conducía a la curiosidad, al querer saber el porqué de las cosas, a la Filosofía y a las Ciencias, en consecuencia, a los métodos pedagógicos de la proscrita Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos.
Unamuno creaba una gran confusión entre la jerarquía eclesiástica con su trayectoria zigzagueante. Tan pronto se mostraba un ferviente católico con su Cristo de Velázquez, como consideraba que el culto a la Virgen era idolátrico, hasta el punto de ser deificada, de convertirse en mariolatría. Además, siempre vestía como un pastor protestante y daba pábulo a la duda sobre si realmente lo era. No en vano, él mismo decía que daba “sermones laicos”.
2.- LA NIÑEZ Y LA JOCOSA MARRANERÍA
Amparados por la Dictadura de Primo de Rivera, cuando Unamuno se hallaba exiliado en Francia, el clero puso su ojo avizor sobre Recuerdos de Niñez y de Mocedad, un libro que nunca había sido objeto de escándalo desde 1908, año en que fue publicado. Especialmente se destacaba un pasaje para denunciar la obra de Unamuno ante las autoridades para que éstas prohibieran su lectura, que así decía:
“El campo de nuestro sentimiento estético era lo cómico, y en él dos elementos primordiales: la incoherencia y la marranería. Con nada más goza el niño como con romper la lógica y lo que primero produce el regocijo de lo cómico en él es el darse cuenta de la incongruencia de un dicho. A mis hijos los he sorprendido, siendo pequeñitos, insertando sílabas sin sentido, creando, y al sentirse observados se avergonzaron y amonaron. En los cantares de corro abundan enumeraciones incongruentes, en que los eslabones no son sino meras asociaciones de palabras.
Y el otro elemento es la marranería, lo maloliente, lo coprográfico. Parece como que instintivamente se ríe el niño al oír que una persona emite un sonido no por la boca, sino por la parte opuesta y baja, y es el tal sonido anuncio de imperfume. El pedo, hay que nombrar así sin más rodeos, es uno de los principales factores cómicos de la niñez.
Recuerdo a este propósito las mil gracias que a cuenta del pedo se les ocurría en el colegio a Félix y a Juan. Cuando alguno de ellos lo soltaba, y procuraba hacerlo, hacía con la mano ademán de recogerlo del trasero, como si fuese semi líquido, y luego, de lanzárselo encima al otro. Y éste, de defenderse de aquel fango invisible, rechazándolo o recogiéndolo a su vez para devolvérselo a quien se lo arrojó primero. Y éste, a su turno, solía decir en tales casos: ‘No, no, no, ya está seco! ya está seco!’, indicando al otro que no podía quitárselo de encima.
Y cuando durante la vela, en un momento de recogido silencio en el que cada cual miraba al libro o más allá de él, atravesándolo con la mirada, soltaba alguna de esas indiscretas y malolientes vocecillas ¡qué regocijo! Cuando nos hacemos mayores perdemos el sentido de este cómico infantil. La estúpida urbanidad nos ha taponado el alma”.
3.- LA DENUNCIA ECLESIÁSTICA PUBLICADA EN LA PRENSA
El Obispo de Orense, Florencio Cerviño González, denunció ante la prensa el citado libro por contener inasumibles herejías. En el diario El Heraldo de Madrid, en la edición del 7 de diciembre de 1925 apareció un artículo titulado El Señor Obispo de Orense denuncia por ‘ramplón’ y ‘soez’ un libro de Unamuno:
“El día 31 de octubre último el señor gobernador civil de Orense le ha dicho al señor rector de la Universidad de Santiago: El reverendísimo e ilustrísimo señor obispo de esta diócesis se ha dirigido a mi autoridad, en escrito de fecha 27 del mes en curso, participándome que el nuevo catedrático de Gramática castellana de esta Escuela Normal de maestros ha puesto de texto, para prácticas de lectura, el libro de D. Miguel de Unamuno Recuerdos de Niñez y de Mocedad, obra del más ramplón estilo, que escarnece desde el principio hasta el fin los dogmas y prácticas de la religión católica; contiene herejías tales como ésta que pone en la página 73: ‘Del coco surgieron el demonio y Dios’. Y tiene páginas de lenguaje tan soez e impropio del fin a que se pretende destinar… Y que el mencionado libro, que nada tiene de modelo literario o educador, parece haber sido puesto de texto únicamente, porque para otro fin no sirve, para dar a conocer a Unamuno… y vender una obra que de otra manera no tenía salida en el libre comercio.
Lo que tengo el sentimiento de trasladar a V.I… al objeto de que se proceda a la instrucción del oportuno expediente para depurar el hecho denunciado y la imposición de la sanción que fuere de justicia…» (Y seguía añadiendo que el rector de la Universidad de Santiago daba traslado de esta comunicación al director de la Escuela Normal de maestros de Orense y otras formalidades).
4.- EL HUMOR EN MIGUEL DE UNAMUNO
En el fondo del relato denunciado subyacía una gran carga de humor, del que se decía que Unamuno carecía. Pero el suyo era refinado. Para Antonio Machado, el Rector estaba poseído por un humor quijotesco. Y esa cualidad afloraba principalmente en ensayos, como El Tratado de la Cocotología, y en novelas como Niebla. En ésta última, el protagonista, Augusto Pérez, quedó prendado ante la visión de una señorita a la que siguió hasta la puerta de su casa. Allí preguntó a la portera por su nombre. Se llamaba Eugenia Domingo del Arco. Más tarde se sentó en un banco y empezó a cavilar y hacer proyectos de futuro con ella: “¡Veamos! Eugenia Domingo, sí, Domingo, del Arco. ¿Domingo? No me acostumbro a eso de que se llame Domingo… No; he de hacerle cambiar el apellido y que se llame Dominga. Pero… y nuestros hijos varones, ¿habrán de llevar por segundo apellido el de Dominga?”.
(Foto. Miguel de Unamuno encorbatado, otra burla. CMU)
El joven Miguel de Unamuno. CMU